Ni yendo a bailar a Chalma esa tormenta de junio cedía. Duró tres días, el mar parecía batidora, todos sus habitantes zangoloteados rezaban para que seanseacabara.
Después de tanto traqueteo, la mamá cangrejo, mareada y arrepentida después de dar un mal paso, se llenó de crías. Responsable al fin de sus actos, transportaba miles de huevos pegados a su cuerpo. De este mitote nacieron un sinfín de larvitas y una de ellas se llamó Pinzanelli.
Pinzanelli pasó los años vagando por el fondo del mar, sin hacer nada. Su único esfuerzo era caminar de derecha a izquierda ó hacia atrás, sin motivación alguna, hasta que un buen día hizo algo inusual: chasqueó sus pinzas y al oír ese sonido se sintió poderoso. Con esa arma en el patio de la escuela se disputó a base de pinzonasos su territorio, donde concluyeron llamarlo “El Pinzacruelli”. Se volvió una leyenda y rápidamente su mala fama se acrecentó.
Entre muda y muda de caparazón, se fue haciendo más violento, fue aprendiendo la enseñanza de la mediocridad en masa, el conformismo, el pisarse los unos a los otros. Este era el mundo cangrejil, era un mundo en reversa. Sabía que no estaba bien, buscó un ayuda con una psicóloga langosta (no sé por qué angosta si tenía toda la carne en la cola). Ella tenía el lema de caminar hacia adelante, poniéndose metas y cosechando sus éxitos. Le explicó que él tenía problemas de ira, no podía controlar su enojo. La langosta le dijo que este comportamiento se daba en el mundo de los decápodos. Todo se debía a la “Inmortalidad del cangrejo”. Éstos se la pasaban distraídos, fantaseando y sintiéndose poderosos.
Tras tres años largos de terapia, Pinzanelli, creyó en un mundo mejor; quería hacer un cambio a esa legendaria forma de pensar y creó la asociación de “Un mundo Pa´delante”. Enseñó a sus compañeros cómo caminar de frente, ser positivos, ser una comunidad donde los unos a los otros se ayudarán.
Corrió la voz, se aparecieron las horripilantes jaibas, su inseguridad hizo ser las primeras en inscribirse. Los segundos discípulos fueron las langostas, quienes iban a trabajar su complejo de inferioridad creado por los “glamorosos bogavantes” y por último los camarones. quienes llegaron tarde; por dormilones se los llevó la corriente. Grandes cambios y adelantos hubo en los crustáceos. Tenían tanto éxito, que contaban con lista de espera.
En una mañana soleada, por la tarde, la tormenta tropical se presentó. Los vientos se desataron y las corrientes se volvieron locas. Con ello arrastraron a miles de peces, incluyendo a la Asociación, a la orilla de la playa, dejándolos atontados y al descubierto.
Al día siguiente, los pescadores no podían creer su buena fortuna. No tuvieron que hacer el mínimo esfuerzo para capturarlos. Por desbandada, los fueron metiendo en un baúl, unos encima de otros. Aterrados y apretados se encontraron en un calabozo, oscuro y húmedo.
Pinzanelli, como buen líder, les explicó que en Japón los cangrejos para escaparse formaban una torre y con sus pinzas iban ayudándose los unos a los otros a salir. Lo escucharon, sus antenas-ojos brillaron y emocionados, pinzanearon. El plan no era tan descabellado. Sabían que tenían una sola oportunidad cuando destaparan el baúl.
Pian, pianito, fueron haciendo una torre de cangrejos, unos encima de otros formando diez pisos, alcanzando la cima. Cansados por el peso, pero motivados por su líder, esperaron una eternidad. De pronto, el humano abrió la tapa; Pinzanelli empezó a subir la escalera de cangrejos. Ya casi al final, un instante antes de que lo lograra, un cangrejo llamado “El Ruin” gritó: agárrense de él. Sus compañeros le hicieron caso y se prendieron de sus cuatro patas y lo jalaron de vuelta al baúl. Se fue al caño toda la enseñanza de la tan sagrada institución para dejar al descubierto su naturaleza.
Confundido por la conducta de sus pares, Pinzanelli terminó nadando en una pecera del restaurante “Manitas”, esperando a ser elegido por algún comensal, con el trágico final de ser hervido y desmembrado. Lo conmueve ver pasar, servido en un plato decorado con unas lechugas, las patas y las manitas de su compañero “Grej”.
Moraleja:
¿Que le pasa a nuestra sociedad?
Si somos un país con mucha gente exitosa y talentosa, cuando uno comienza a subir o tener éxito, hacemos todo lo posible para destrozarlos en lugar de darnos la mano y construir un país mejor. ¿Será la envidia que no nos deja avanzar?