Un martes por la mañana, Caperucita se preparaba a llevarle la comida a su abuelita; faltaban dos días para su cumpleaños. Ella tenía demencia senil y la preadolescente alucinaba ir porque le repetía y repetía todos sus recuerdos.
Su mamá ese día le encargó que de favor le llevara sus dientes postizos que le había arreglado el dentista, con ellos ya podía comerse sus galletas favoritas, ya que, a falta de los mismos, llevaba meses chopeando en leche sus oreos.
Antes de salir le recordó que no hablara con extraños y que se fuera derechito a su destino.
Refunfuñando, se dirigió a casa de su abuelita, no sin antes ponerse una chamarra roja y se internó en el bosque. Entonando la canción de moda de los enanitos de Blanca Nieves. De pronto, sin esperarlo, se aparece el lobo dizque feroz, en el camino.
Él llevaba una década siendo vegetariano. Hasta que decidió volver a comer carne. Al principio, el patito feo le cayó fatal. Bueno, más bien la proteína en general no la toleró del todo, pero poco a poco la indigestión fue desapareciendo. Ese día se levantó con un hambre de los mil demonios, llevaba días haciendo el ayuno intermitente.
De pronto oyó la dulce voz de Caperucita cantando “Al final del Arcoíris” que su amiga Dorothy, de tanto estar juntas, se la pegó. En un dos por tres, el lobo la asaltó en el camino, pero como ella es una influencer y esta atrás de la fama, le explica que va en camino a ver a su abuelita.
Al oír esto el lobo y con un hambre de perros, se echa una carrera como pedo de indio (es importante saber que llevaba meses entrenando para un maratón). Llega antes que Caperucita a casa de la abuelita. Toca tres veces la puerta, pero nadie le abre.
Mientras la abuelita, que esta súper picada viendo la serie de “La Casa de Papel”, oye los golpes en la puerta. Pero ya esta harta de los testigos de Jehová y sus explicaciones… ellos la molestan todo el tiempo.
Ante tal resultado (o falta del mismo), el lobo se esconde detrás de los pinos a esperar a que llegue su presa.
En el camino, Caperucita se encuentra con Hansel y Gretel, quienes le cuentan el chisme de que la niña vendedora de fósforos ha muerto en un incendio por abusar de los mismos. Desolada y entre tanto sollozo, se pierde en el camino hasta que se encuentra con su amigo Pinocho. él es un niño de abedul. Es más resistente que ella, ha recibido mucha terapia por el trauma de ser de madera y se queda platicando horas con él.
Pasan las horas y el lobo, aburrido y desesperado, con un hoyo en la panza, al ver que Caperucita no se aparecía, sale en busca de otra víctima. Todo puede suceder ¿Se encontrará con los tres apetitosos cochinitos y los hará carnitas?
Ya Dios dirá…
Fin
Moraleja: “Lo que es para ti, aunque te quites y lo que no es para tí aunque te pongas”.
Texto hecho por Natalia Gleason Alcántara, escríbeme y envía tus comentarios a natsart68@gmail.com o twitter: natsart68
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