¡A Dios le pido! Es la primera frase que se me ocurrió para empezar el año. Que desaparecieran esos ocho kilos (¡no tengo madre, ni vergüenza!), como dicen un segundo en el cachete y una eternidad en mi panza. Me dio igual, arrasé como Pacman con los festines navideños y para acabarla de amolar, desde la cocina un flashazo me deslumbró con una Rosca de Reyes, puesta como si nada en la mesa… era la gran cereza del pastel. Mi resistencia se hizo nula, mis deseos se fueron por el caño, no tuve piedad, no sé si ustedes apliquen la mala costumbre del pedazo minioblea, que piensas que comes menos pero al final te sirves muchísimas “mini obleas”, ¡pues así yoooooo! Me devoré un buen pedazo de ella; imagínense el tamaño, que hasta dos niños me salieron.
Para liberar mi culpa, como no podía bajar los kilos físicos, se me ocurrió
bajar el sobrepeso de mi celular… Lo prendí y apareció “Telcel te da la bienvenida, introduzca su contraseña” lo que primero me vomitó fue un mensaje de memoria insuficiente. Este martirio venía de días, pero no le hice caso. Sabía que el problema era en la galería, efectivamente: 7250 fotos, 150 videos, ya ni pa qué les cuento, ni con una dieta de ayuno intermitente bajaba el sobrepeso de mi teléfono.
Manos a la obra… me di a la tarea de borrar todas las pendejadas de los últimos meses. Entendí cuál era mi problema de miles de fotos acumuladas: si de cada toma sacaba 7 iguales, fueron apareciendo guateques compuestos de caras de origami, fruncidas de tanto doblez algunas con expresiones de “Ni Fu ni Fa”, fotos de itacates con una variedad de colores, paisajes, infinitos memes. “Ni yendo a bailar a Chalma” iba a terminar de eliminarlas, sabía que a los veinte minutos iba a abortar la misión y así fue.
En esta Navidad parece que el Onmicrón hubiera desaparecido de la faz de la Tierra. Todos los mexicanos salimos como vomitada a la calle, nos dimos a la tarea de festejar todos los “San-días-” del año encerrado. No hubo nariz que no tuvo de regalo su linda prueba de antígenos. Nos invadió el tráfico; ya se me había olvidado el correr de un lado para otro, que ni con eso hizo el mínimo efecto en la báscula. Llegó de volada el Año Nuevo, no se porque se limitan a doce uvas si mis deseos son infinitos, mucho cuidado como escriben en su celular la “Ñ” no quiero que me estén deseando un “Ano Nuevo”, estoy muy feliz con el que tengo.
Después de estas maratónicas fiestas, los nervios se me salen por todos lados, me hice adicta al azúcar en forma descomunal, me enfrenté a la temible tarea de quitar el árbol. Ponerlo es toda felicidad, pero quitarlo es de terror, pensé: ¡Shazam! Sería la segunda palabra que se me ocurrió que con una varita mágica como Cenicienta se guardara en su caja, nada mas pensar en quitar las guías de focos me agobiaba. Ya entendí el por qué: el año siguiente vienen tan enredadas, es de pura desesperación.
Sanseacabaron las fiestas de Navidad y ahora sí que comiencen los juegos del hambre. El 2021 fue un año todoterreno, lleno de baches, sustos y retos, vivir al día, nos pusieron tapabocas y solo así nos silenciaron, con tantos cambios yo no sé si mañana se acabe el mundo….
Por lo mismo, reseteate para este año, basta de auto golearte, corre tras tus sueños. Si no los alcanzas ¡al menos adelgazas! ¿Será un año 2022 Light o será el 2022 Pro? ¡Pues agárrate, porque vamos con todo!