Nací en el 68. Recientemente les ha dado por llamarnos la Generación X. ¿Generación X? No entiendo el porqué. Nos hubieran llamado la Generación de la Boligoma; a todo nos teníamos que amoldar, elastickids serían nuestro sinónimo. Salimos del cunero como niño envuelto, pero una vez sueltos ¡agárrense compadres! las travesuras con ingenio llegaban con todo: patines, avalanchas, patinetas, bicis, árboles, azoteas. Llegabas del colegio, aventabas la mochila y manos a la obra… tardes jugando sin medir el peligro ni las consecuencias, no podías (ni querías) rajarte, aun con las rodillas ensangrentadas y con la amenaza del merthiolate o vitaciliana (¡ah que buena medicina!, un multiremedio). Si llovía en la tarde, hacías guerra de ligazos o nos poníamos a vacilar por teléfono. A ver si recuerdan esta frase: “Hoover lavando y yo descanso, vieja pendeja la estoy vacilando”.
Nuestros papás unos sádicos de primer nivel: nos tiraban un diente flojo dándole vueltas o con un pedazo de estambre amarrado a la perilla de una puerta, que al cerrarla con violencia se llevaba volando por los aires nuestro preciado diente de leche, junto con un buen reguero sangüinolento.
La calle era segura, las mamás barajeban chanclazos, coscorrones y pellizcos con una facilidad a naturalidad apabullante, te amenzaban que te iban a regalar al ropavejero o que iba a robarte el Coco (cuenta la leyenda que estos escalofriantes personajes metían a los niños traviesos en un morral y desaparecían). Yo le preguntaba a mis papás que cómo podía identificarlos, pero ni ellos sabían responder con claridad. Qué terror, pero también qué enigma; hoy todo se reduce al discurso de no hables con desconocidos y pórtate bien.
Las fiestas eran sencillas, jugábamos al juego de las sillas, a ponerle la cola al burro, jugabas a las 1,2 3 por mi… horas y horas. Había veces en que el juego se acababa y tu seguías escondido por horas. Nos metíamos a un cuarto, apagábamos la luz y empezaba la guerra de zapatos… recuerdo haber descalabrado a mi prima con un durísimo sueco de madera. Les reitero que teníamos más vidas que un gato.
Nos llenaban de dulces, pastel y Koolaid. Si cumplías un año importante, la fiesta te la hacían en un salón que tenía una alberca de hule espuma, que albergaba una próspera y abundante colonia de piojos, vomitada y mocos. No faltaba la famosa resbaladilla oxidada, que cada vez que te hechabas, te hacía un lindo “peeling”. Rezabas para que no estuviera expuesta al sol. De ser así, se convertia en una sartén ardiente y sin teflon… ahora entiendo: ¡pobre Cuauhtemoc!. Nunca sabías dónde ibas a caer, pero no fallaba caerle encima a otro niño, por lo cual se armaba un despapaye tremendo. Te avisaban los alaridos del niño aplastado al no poder respirar.
Días de fiesta, cuando ibas al cine de permanencia voluntaria y mas especial al autocinema. Desde que salías de tu casa te obligaban a ir al baño para después ponerte un mameluco: horror si se te ocurría tomarte una Bonafina y quisieras ir al baño.
Las televisiones venían con antenas de conejo, no entiendo el porqué le pegabas para encenderla. Habían 5 canales y ya, discusiones familiares para escoger qué programa ver de tan amplísima selección y de pronto ¡PUM! se iba la luz por horas. Las velas eran parte fija de la alacena y la luz volvía hasta el día siguiente. Los servicios agua, teléfono, basura, bancos; todos un desastre.
Para grabar la canción de moda, tenías que esperar que la pusieran en la radio, no sin antes rezar un rosario para que no saliera en jingle de la estación o que al locutor se le ocurriera platicar como una cotorra y ¡ZAS! ya valía, otra vez vover a empezar.
El molestar (bulling) era parte de la vida cotidiana. No había forma de escaparte de ellos. Había una gran variedad de apodos como el pivote=el pedorro silencioso, el críptico=ni con el diccionario se descifraba, el taquete=sin cuello, el punto y coma=cojo, la taza= sin una oreja, el Duvalin=tenía un gran lunar en la cara. La imaginación (ahora lo entiendo, maliciosa y en ocasiones cruel) no tenia límites.
Había niños que eran unos baches, todo mundo los esquivaba. Les juro resistíamos como el muñeco de Hulk, ese que se estiraba, sin la posibilidad o costumbre de ir a psicólogos. Sí, somos generaciones pioneras del microondas, (ahora entiendo el porqué se me cae tanto el pelo). Los apodos nos hacían los mandados. La logística/estrategia empleada era: te lanzaban el insulto, se armaba la trifulca, te ardías, pero te envalentonabas porque ese día habías desayunado Zucaritas, afianzando el tigre Toño que llevabas dentro. Tu defensa eran tus puños o, con imaginación, les dabas en la madre mejorando el apodo impuesto. OJOOO, si ibas de chilletas y de correveidile a la profesora, no te la acababas. Los esquincles caguengues empezaban al unísino con cantaletas como: ¡Ya se supo que tus calzones son de la Conasupo!.
Qué ayeres. Soñabas, te divertías y eras feliz… canicas, resorte, quemados, saltar la cuerda, tomando agua de la manguera, haciéndonos excéntricos peinados con el shampoo en la regadera. Qué lunches aquellos llenos de azúcar y gluten, con ese apetito feroz comiendo MAMUT, ahora sacrilegio para los veggies y el pato del gansito marinela diciendo: RECUÉRDAME, para que siguieras tragando, eso sí, siempre con la cantaleta de aliméntate bien y crecerás sano y fuerte… que contradicción, aunque no soy experta en nutrición.
Hoy es diferente, les llamo la Generación de Cristal, donde todo lo que digas debe ser suavizado y cuidado bajo los principios de diversidad e inclusión. Muchos piden el cuello de Pepe Le Pew, Dumbo, la Dama y el Vagabundo, Peter Pan, Bugs Bunny, Porky y Lucas, Speedy Gonzalez… todos censurados ¡QUÉ SACRILEGIO! A todos personajes les dieron los santos óleos… como dicen los franceses “c’est fini”. Argumentan que tienen contenido étnico y racista ¿¡WHAAAT!?.
El azúcar: un pecado. Palabras nuevas como chia, espirulina y tapioca forman parte de lunch (muuuy distinto al de mis tiempos). ¿Quién les dijo que parar la trompa en una foto es sinónimo de belleza? Instragramean, tictokean… su felicidad va en aumento al número de likes. No quiero ver los memes del 2050 ¨Si no te dió coronavirus y no te pusiste cubrebocas no tuviste infancia¨. Su gran insulto es el apodo del Google: que lo buscan solo cuando necesitan de algo. Hoy no somos ni de aquí ni de allá, estamos invadidos de tecnologia y puritanismo. Hay nuevas cosas buenas, pero rescatemos algo del ayer y volvamos a ser los niños de antes, divertirnos, vivir la vida simple y a recordar nuestra infancia, así y solo así volveremos a ser felices.
Texto hecho por Natalia Gleason Alcantara, escríbeme y envía tus comentarios a natsart68@gmail.com o twitter: natsart68
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