He ido a muchas bodas en mi vida. Bodas hermosas, bodas tristes, bodas por compromiso y bodas borrachas; también aburridas, románticas y divertidas. Pero la de Diana Miller y el escultor Adán Paredes ha sido mi top.
De entrada, me hicieron creer en el amor, tener fe en que sí existe la posibilidad de encontrarte a alguien que te quiere con y por tu forma de ser. La relación entre Diana y Adán me enseña que el amor verdadero no es exclusivo de los jovencitos, que no tiene fecha de caducidad, ni es obligatorio antes de los 30 (y ni siquiera los 40).
Ella misma lo dijo durante la maravillosa ceremonia religiosa zapoteca al momento de dar el sí quiero: “Nunca pensé que encontraría el amor a mi edad” . Me pongo de pie. Con todo respeto para las novias jóvenes y los esposos by the book, los matrimonios a diferentes edades y con encuentros únicos como éste, son también válidos, poderosos y verdaderos.
Lágrimas de emoción, por favor.
Calenda para los novios
Les decía que fue una ceremonia zapoteca porque Adán vive en Oaxaca, aunque es del Distrito Federal. Él ha sido el artista encargado de decorar las paredes del restaurante Chapulín del hotel Presidente Intercontinental, así como de la vajilla del nuevo restaurante Candela Romero en St Regis Ciudad de México y un diseño exclusivo en platos de cerámica para El Celler de Can Roca, el mejor restaurante del mundo, entre otras muchas obras que ha realizado este gran artista.
En cuanto a Diana, como bien saben, es la directora de relaciones públicas de Grupo Real Turismo, donde “la joya de la colección” es el hotel Quinta Real Oaxaca, un hermoso edificio catalogado que data del Siglo XVI, que pasó por convento, hospital, cárcel, oficina de gobierno y variopintas funciones antes de ser hotel, historia que hoy lo convierte en uno de los lugares a visitar por los turistas. Obvio, la boda fue ahí, decorada por Carlos Guzmán, con la coordinación de la wedding planner Marcela González.
Llegamos en parvada todas las amigas: Aurora López de Ortigosa, Maru Moreno, Jackie Benítez, Ana María Salazar, Jessica Pacheco, Sagrario Saraíd, Ana Victoria Taché, Karin Oechler y varias bellas más. La única que nos faltó fue Lili Téllez, quien tuvo que viajar a Nueva York por trabajo. La extrañamos mucho la verdad.
Nos recibió Rodolfo, el director de Transportadora Turística Jade, un gran amigo especialista en tours y atención al cliente, y a quien mando un cariñoso saludo por su excelente servicio que les recomiendo por si quieren viajar a la hermosa Oaxaca (Tel 951 126 58 54).
El día anterior a la boda hubo una calenda, procesión típica callejera de Oaxaca en la que enormes muñecos con expresiones temáticas –aquí, naturalmente, eran dos novios– transitan por las calles del centro acompañados de ornamentos locales, música de tambor, chirimía y cuetes. La intención de la calenda es “gritar a los cuatro vientos” un acontecimiento y pedir porque sea bendecido y se aleje la maldad.
El taco de lechón y las tlayudas
Luego de la calenda, Diana y Adán ofrecieron un coctel estilo rehearsal diner en la piscina del hotel, donde los invitados nos reconocimos y reconocimos terreno. Todo fue divino, excepto que hacía un frío del chamuco y nadie venía preparado para eso.
Yo me puse tres suéteres y dos rebozos, y seguía helándome, lo cual no impidió que luego del festejo me fuera a comer unos deliciosos tacos de lechón a la calle Juárez, frente a las Tlayudas Libres, que son favoritos de los lugareños (tip súper local otorgado por mi amiga Ariana González, directora de prensa de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca). Sometí a Jess Pacheco a echarse unos para no pecar sola. Ni modo, es lo malo de juntarse conmigo; o como diría mi amigo el restaurantero Eduardo Lucero: «entre la ensalada y la garnacha, todavía no conozco a nadie que escoja la ensalada».
Temíamos que el frío arruinara todo al día siguiente, pero no fue así; el sol salió radiante desde muy temprano, así que Jessica y yo nos levantamos a las 8 de la mañana para ir al mercado 20 de noviembre a comer en los tradicionales asaderos. Sólo la comida puede hacer que me levante a esas horas de la madrugada…
Resulta que en este lugar compras los ingredientes por separado y pides que te los cocinen en los puestos con asaderos. Comimos en “Mesas Irving”, donde te sirven todo sin que tengas que encargarlo por partes. No saben la delicia de tortillas hechas a mano y quesillo con chapulines, y ya ni hablemos de la carrrrrrne. OMG, me acuerdo y se me hace agua la boca.
En Oaxaca también hay Fashion Week
Luego de esa felicidad gastronómica entramos al mercado aledaño, el Benito Juárez, a comprar bolsos artesanales; yo quería una “clutch” que combinara con el vestido que me mandé a hacer especialmente para la boda con mi amiga la diseñadora Paola Zepeda, quien en noviembre debutó con su colección Primavera-Verano 2015. Ya les he hablado de ella, su marca es Petra Berze y no mamartz el vestidazo que me hizo.
Claro que con vestido couture no me iba a arreglar yo sola con mi pistola y mi cepillo redondo, así que me fui al salón Jimeniano en la calle de Abasolo, donde Ely me peinó divino, ¡en 15 minutos! La premura se debió a que Jess y yo fuimos a maquillarnos al córner de MAC Oaxaca, donde el trabajo fue tan detallado que nos llevó una hora.
No cabe duda de que los make up artists de MAC son unos profesionales, el maquillaje nos duró toda la noche y no hubo necesidad de retocarse. Ross Medina y Amitai fueron los encargados de los looks. Se los recomiendo cuando vayan a Oxaca y tengan boda, porque es un venue muy solicitado para enlaces.
El dress code era huipil, así que el colorido destacó desde la ceremonia religiosa, donde todas las asistentes nos barrimos de pies a cabeza para ver quién era la más sexy. La verdad, todas nos veíamos increíbles, únicas y variadas.
Por supuesto, la novia fue la más hermosa de todas. Diana lució un vestido exclusivo para ella de Lydia Lavín, al igual que la guayabera de Adán. Ambos diseños tuvieron un significado particular, según compartió Lydia en la página de la boda:
«El vestido de Diana y la camisa de Adán están hechos con textiles Amuzgos, grupo étnico que habita en la zona fronteriza entre Oaxaca y Guerrero… La simbología guarda motivos muy importantes, como son la greca que representa la vida y la muerte –que es la greca de picos– y que también representa la fertilidad y el agua. Hay motivos florales que simbolizan una vida florida, llena de bendiciones».
Las joyas que lució fueron de Oro de Monte Albán, mientras que el peinado y el maquillaje corrieron a cargo de Luis Nájera, stylist de Diana de toda la vida.
La belleza del color fue acorde al carácter de la ceremonia. Celebrada en el jardín de los Lavaderos de Quinta Real, fue una experiencia totalmente sensorial por la profundidad, la paz y la armonía que transmitieron los chamanes y que nos llegó a todos. La lloradera estuvo buena.
La limpia vs el Hare Krishna
Quiero decirles que yo fui el día anterior a una curación con Lupita, la chamana que dirigió la ceremonia con su esposo Manuel. Lo que me gustó fue su forma tan seria y positiva de hacerlo; te sientes renovada luego de pasar a una sesión con ella, porque ni te adivina ni te impresiona ni te dice que “te escupieron” o te pasa ramas negras, como en otros lados.
Lupita diagnostica tus emociones y te abre los canales de la energía, de acuerdo a los ritos zapotecas, para que “empieces tu proceso”; nada de que sales de ahí convertida de pendenciera a madre de la caridad. No es magia, es energía; es fe.
Una vez alguien me preguntó cómo es que una persona letrada y entendida como yo era tan ignorante como para creer en la magia y en las supersticiones pueblerinas… Bueno, a eso tengo una respuesta: soy mexicana y es parte de mi cultura, la cual abrazo con respeto y emoción. Yo creo en los elementos de la tierra porque son reales y tienen energía. El viento y el fuego no se los inventó nadie.
Por otro lado, creo en las tradiciones indígenas porque en mi casa se me educó en el respeto por mi cultura ancestral, aun cuando en los 80 “no se usaba” y te veían feo si traías una camiseta del Calendario Azteca o un huipil. Pues yo los traía y los sigo usando (dice la hispter: “cuando nadie lo usaba yo sí”; pues sí).
Si eso me convierte en ignorante y supersticiosa, que así sea. Tan respetables son otras formas espirituales como las indígenas; yo, simplemente, no les manejo lo que viene siendo el Hare Krishna ni sus mantras, me parecen lejanas y ajenas; tampoco uso el yoga como bastión espiritual, sino como ejercicio muscular, que para eso sirve muy bien (el estiramiento resulta muy útil en ciertos momentos de la vida, jejejeje). No me identifico con eso ni en drogas… o peyote, u hongos.
Disculpen ustedes, queridos amigos new age si los ofendo, pero qué viva Lupita con sus ramas de romero y el copal que ahumó mi derredor, y viva la Miller por haber elegido una ceremonia zapoteca con toda la seriedad y fe del mundo.
Nandxó’ nga za’cu guidxilayú di’: “bendita seas sobre la tierra”, en zapoteco.
Murder on the dance floor
Volviendo a la boda (a veces me gana la solemnidad, aunque no lo crean), la competencia estuvo ruda, rudísima, porque todas nos esmeramos, desde quienes fueron de huipil tradicional hasta las que los intervinieron y quienes íbamos huipil-chic (acabo de inventar ese término).
Jessica llevó un vestido de Lydia Lavín, mientras que Sagrario se puso un huipil típico con un toque hermoso al ponerle un cinturón y adornar su cabeza con una trenza, Maru llevó un traje Pineda Covalin en plata, firma que también eligió la mamá de la novia, doña Rosa María Miller.
Por cierto, alguien llevó un vestido de manta blanca, largo, con bordado… De pronto me dieron ganas de “tropezarme” con ella para enmezcalarle el vestido y que se lo fuera a cambiar. ¡¡¡A las bodas no se va de blancooooo!!!
Había otra chava muy guapa con un vestido verde strapless en forma de corazón y bordado en la cintura que nos gustó mucho, pero cuando comenzó a pisotear a diestra y siniestra y a empujar a las demás en la pista, pasó a ser nuestra enemiga declarada. Era un reto, Ranilla, como diría Tin-Tán en “El Rey del Barrio”.
En el ring de la pista a ritmo de Emmanuel, nuestro gran triunfo vino cuando Sagrario se sacó el ramo de la novia con todo y que la mujer de verde intentó taclearla. Literalmente, le llegó a las manos. El que se vio muy maje fue Emilio Farfán cuando le cayó la liga azul en la cabeza y no se enteró, así que fue hurtada por alguien más listo. Así no sale uno, Emi…
Con música de DJ muy efectiva, la pista estuvo llena todo el tiempo; una de las más animadas fue Jackie Benítez, quien con su sabor caribeño nos dio una clase magistral de cómo se mueve el bote. Es una fiera en la pista.
Francamente me dio envidia su espectacular trasero, así que hice lo propio al mostrar mi pronunciado escote en una vergonzosa foto que rescató Elsie Méndez y con la que alboroté a más de un muerto que me revivió por el Facebook al día siguiente. “Qué guapa”. Chale, ya no hay moral.
Las más bailadoras de la fiesta fueron las primas de Diana, y todas, todas, están guapísimas. ¡Arriba Sonora! Las mujeres más bellas de México están en el norte, lo de Guadalajara es un vil mito. Lo firmo.
Por ejemplo, Viviana Mendoza-Munguía, una de las primas de Diana, traía una hermosa blusa de punto en color rosa, con una falda lápiz negra y zapatos negros; con ese sencillo look llamó la atención por su clase y belleza: es igualita a Ana Serradilla; es más, la Serradilla querrá verse así en un par de años.
Los amigos y el padre de la novia
Lo mejor del baile fue que ayudaba a que se bajaran los mezcales (y el vino, y el vodka, y el tequila y lo que hiciera falta). Ya para cuando su humilde escritora, o sea yo, saca el puro es porque la cosa se puso buena. Además, éramos la mesa más reventada del jolgorio; la prueba irrefutable fue que la Miller nos sentó enfrente de ella, junto a la pista. Jeje, sabía lo que se venía.
La mesa la componíamos Jessica, Sagrario, Gabriel Bauducco, César Casalone, Anaví Taché y David Solís con su novia. Todos editores. En otra mesa estaba mi querida Marisa Zannie con su esposo Ricardo Domínguez.
También vimos en la boda al gran amigo de Diana, el conductor Juan José Origel, a Enrique Castillo-Pesado, a la adorada Adrianita Vargas con su novio, a Elsie Méndez, al arquitecto y mejor amigo de Diana, Sergio Haro Murray, a Angie Villalobos, José Mario Fernández y Delia González, quien diseñó los anillos de los novios. La gastrónoma Cristina Potters, además, ofreció un tour por los mejores restaurantes de Oxaca de Juárez los días previos.
Hablando de comida, les comparto el deliciosos menú oaxaqueño para la ocasión: sopa de guías con camarón al chintextle; ensalada del campo con hierbas de milpa; salmón con coloradito, filete de res con mole negro y los postressss: mousse de mamey, pastel de elote y mousse de chocolate oaxaqueño.
Debo confesar que me comí los tres. ¡Sí, lo leen bien, tres! El mío, el de Jessica Pacheco y el de Sagrario Saraíd. ¿Y, y, y,y?
Luego de la comida vino el baile de los novios. La canción elegida fue “Creo en ti” de Reik. Pero el baile de la novia con su papá fue lo más emocionante para todos, porque sabíamos que ese privilegio no lo tienen todas las mujeres: sólo por eso, sólo por eso; sólo por eso.
El señor Miller es un caballero y un hombre lleno de energía; cuando lo fui a saludar se levantó de la mesa y me dijo: “Permítame ponerme de pie, jamás me quedaría sentado frente a una dama”, y me besó la mano. Oye Saloméeeeee, ¿¡Dónde están esos príncipes!? Tiene tal energía que se quedó hasta el final de la boda, pasada la medianoche, ya cuando sólo quedábamos los asiduos a las tornabodas (¡sirvieron tlayudas!).
Es digno de compartir que Diana pudiera disfrutar de este gran momento de su vida con sus padres y su familia, además de sus amigos más cercanos. Fue una boda espectacular y llena de buena vibra. Ojalá que todas las novias pudieran tener una celebración como ésta. Es el ejemplo de la boda perfecta.
Y lo dicho: después de atestiguar eso ya creo en el amortzzzzzzz y hasta voy a festejar el 14 de febrero… me cae. Como dice mi amiga norteña, Jess Canales: «Cómo estará la perra de brava que hasta yo quiero».
¡Nos leemos la próxima semana!
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