Entre las cosas que se han vuelto clásicas en la entrega anual de los Oscar se destaca un hecho que por repetido casi aburre: Meryl Streep siempre es candidata.
Así pasará el próximo 2 de marzo cuando en el Dolby Theatre de Los Ángeles tenga lugar la edición 86 de la ceremonia con que la industria estadounidense del cine premia a lo mejor del año.
Se trata de la postulación 18 para la veterana actriz, quien consigue un lugar entre sus colegas de reparto por el trabajo realizado en August: Osage County, el filme de John Wells donde encarna a una madre drogadicta y compleja, con hijas que no son unas peritas en dulce y entre quienes se halla la también sublime Julia Roberts.
Meryl Streep, de 64 años, es una gran actriz. De eso no cabe duda alguna. Sin embargo, el hecho de que cada año sea postulada al Oscar se convierte en un ejercicio mecánico que la honra pero que al mismo tiempo la minimiza un poco.
Es una paradoja: sus cualidades frente a una cámara son grandes e inimitables precisamente porque se despliegan ajenas a las peripecias y volubilidades de un premio. Su mención entre los aspirantes al máximo galardón del cine en Estados Unidos, al ser un récord, la cristaliza como si de una estatua se tratara.
Por suerte para ella, Meryl es lo suficientemente inteligente y tiene gran colmillo como para alimentar ese sano escepticismo que hay que oponer para no sucumbir a la vanidad excesiva y al gesto prosaico del éxito dado por hecho, sin riesgo ni desafío.
Otro capricho del Tío Oscar es no reconocer los méritos que año tras año hace Leonardo DiCaprio para crecer como actor al tiempo que también crecen nuevos códigos y paradigmas
en el cine contemporáneo.
Tiene 39 y ya es un viejo lobo de mar en esas turbulentas aguas de Hollywood y está inmejorable en su quinta película con Martin Scorsese, The wolf of the Street. Pero no alcanza, nunca alcanza. Año tras año el actor californiano es ignorado y pese a haber sido más que sustancial en la historia de la taquilla, decisivo en muchos proyectos fílmicos millonarios y riesgosos, no tiene un Oscar.
Su postulación entre los actores protagonistas fue leída por los críticos especializados como eso que hicieron los miembros de la Academia cuando no les quedó opción. Después de haber obtenido el Globo de Oro hubiera sido demasiado desprecio ignorarlo en la gala de la estatuilla dorada.
Mientras Leo entra por la puerta de servicio, Meryl Streep es quien abre la entrada principal con su señorío. Los dos son grandes más allá de los caprichos del Tío Oscar.
En el terreno local, se ha estrenado el filme surrealista ¿Qué le dijiste a Dios?, probablemente uno de los peores que haya dado la alicaída industria cinematográfica local, a cargo de la poco experimentada Teresa Suárez, una cineasta que demuestra poca pericia para manejar cámara, actores y demás elementos de un filme.
El argumento: un cliché de los ´50 ya superado: los pobres son buenos y los ricos, malos.
El pretexto: las formidables canciones de Juan Gabriel, homenajeado por actores que cantan desastrosamente y bailan con dos pies izquierdos.
Es lo que hay. Hasta la semana próxima.