Caldillo duranguense, tamales de venado, chuales (maíz seco que se vuelve a hidratar), enchiladas dulces, caldo de habas, bocaditos de nuez y pastel de almendras, son algunos de los platillos que conforman la gastronomía del estado de Durango, la cual se ha ido enriqueciendo a lo largo del tiempo.
El arqueólogo José Luis Punzo Díaz, autor del libro La comida entre los habitantes prehispánicos de la Sierra Madre de Durango, destaca que muchos platillos que forman parte de la dieta de los duranguenses tienen su origen en la época prehispánica, como los tamales de venado y el pinole.
Tras realizar trabajo de campo en esa serranía durante casi dos décadas, el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia logró reconstruir la dieta de los antiguos pobladores apoyándose en los hallazgos arqueológicos y en las descripciones que dejaron los jesuitas en el siglo XVII sobre los grupos acaxees y xiximes que vivieron en la región.
Otro alimento indispensable para los pobladores de lo que hoy conocemos como el estado de Durango era el pinole (maíz tostado y molido), que lo llevaban en sus largos viajes. De acuerdo con fuentes históricas, también era utilizado para hacer agua fresca, y hasta el día de hoy se sigue preparando en muchos lugares del país. La dieta se complementaba con nopales, vainas de mezquite, quelites, tunas, hongos y piñones, así como con piña, tallos y flores que aprovechaban de los magueyes.
Esta investigación sobre el devenir de la gastronomía de Durango forma parte del libro De cocina y tradiciones. Un acercamiento a la geografía histórica del sabor duranguense, en el que se da cuenta de las transformaciones que ha tenido la alimentación de dicha entidad desde la época prehispánica hasta el siglo XX, bajo los enfoques histórico, antropológico y arqueológico.
Al final de la publicación se incluye una serie de recetas propias de la tradición culinaria duranguense.