Si hay una temporada en la que todo el mundo sale de la Ciudad de México es en esta semana. Ni en Navidad ni en todos los puentes del año y ni siquiera en verano, como sucede en Europa, la ciudad se vacía. ¿Y a dónde se han ido nuestros socialités?
A Vail, por supuesto. ¿A dónde más?
Desde que yo era niña la mitad de mis amiguitos y compañeritos se iban a esquiar a Vail. Recuerdo particularmente que las guapas niñas Fájer y su hermanito rafa, que iba conmigo, viajaban invariablemente; también los Terroba, los Saad, los niños Zúñiga, las Ruiz Massieu, los Canasí o los Patiño. Todos se iban. Y eso que no estábamos en el Irlandés ni el Vistahermosa; aquí nomás en el humilde Green Hills del sur.
Me acabo de acordar de una divertida anécdota de los Zedillo cuando Ernestito (así le decían las maestras, yo solo reproduzco la información), le dijo a un compañerito que había ido en diciembre que cómo era posible, que tooooodo mundo sabía que a Vail se iba en Holy Week, que en Navidad era de new moneys. Tssss, qué malo Ernestito….
A la pregunta “¿Qué hicieron en vacaciones, niños?”, salpicaban las emocionadas respuestas de los noveles esquiadores y sus patoaventuras en la nieve. Yo no iba.
Mi paranoico papá no me dejaba ni andar en patines, menos me iba a dejar subirme a unos esquís a tirarme en la nieve, no me fuera a caer de cabeza. “Si te pasa algo nos morimos de la pena”. Pero aprendí sola y qué bueno (Salud). Sigo sin saber patinar, por cierto, pero pregúntenme por mi bajada de la montaña en marzo pasado.
Anduve por allá con Sylvia Rivera Jáuregui, que no ha parado de estar. Ahora fue con sus hijos y su esposo luego de ir y venir para promocionar el destino.
Adiós, nieve
Justo la temporada más alta de Vail (aquélla a la que se refería Ernestito Zedillo), es la del cierre. Cuando se acaba la nieve. Este año fue del 7 al 20 de abril, etapa estelar cuando llegan todos los residentes, los que tienen casa de descanso (la segunda o la tercera) y los visitantes asiduos, antes de que salgan los osos Grizzlies de hibernar.
Por ejemplo, los Azcárraga tienen una hermosa casa en la montaña cerca de la Góndola One, igual que Pepe Bastón en Lionshead, y no solo son condóminos sino miembros honorarios de la sociedad mexicana vailense tan respetada por esos lares.
Otros fieles son el Oso Villarreal y Grace Uriegas, Vanessa Bosch y su esposo Viken, y Miguel Lerdo de Tejada, quien no solo va a Vail Resorts, también a todos los demás destinos de la cadena; en diciembre estuvo en Park City, Utah. Lo suyo es la aventura, se lanza de avionetas, hace snowboard y lo de menos es el ski; o sea, si se pudiera se lanzaría a sí mismo como proyectil nevado. Es todo un James Bond invernal.
Otro habitual es Waldemar Franco, que ahora estuvo en Wyoming, pero tampoco se pierde una temporada en Vail; lo mismo que Patricio Madrazo, que va a snowbordear, Alfonso Barbosa, Ximena Linge, Claudia Reta y su esposo Pepe, Pau Díaz Ordaz y Chucho Sesma Pepe Madariaga, Roberto Banchick y los adorados y guapos niños triplets Cuaik.
Après Ski a la mexicana
Una de mis actividades favoritas es Pink Vail. Así como aquí hacen los maratones contra el cáncer de mama, en Vail hacen lo propio con las esquiadoras, que usan ropa rosa y se organizan para bajar la montaña juntas. Claudia Lombo, Natalia Herranz, Renata, Fer y Samantha Chaín, Fernanda González Ulloa y María Elena Miguel, son solo algunas de las chicas que esquían esta tradición.
¡Pero no es todo! El 18 se armó la fiesta de clausura en The Sebastian, que cada año desde que abrió hace su Après Sky Party para celebrar el fin de la nieve y dar paso a la primavera; en esta fiesta le dieron la estafeta a Argentina, porque el invierno comienza en mayo y para ellos la nieve apenas llega.
Lo que me gusta de Vail es que lo mejor no está nada más en la montaña si no abajo, en el après ski, mi mero mole. Me encantó el bar del hotel The Sebastian, tiene mucha ondita que te hagan cocteles de la casa. Súper chic como para ir en pareja, porque para ir con los cuates a cotorrear la onda hay muchos lugarcitos, como el famosísimo Pepi’s.
Algo de historia
Pepi’s fue el primer restaurante de lo que apenas era el esbozo de un pueblo, fundado por Pepi Gramshammer, dentro de su posada, la única que había en los años 60 cuando Pete Seibert empezaba con la idea de hacer un resort para esquiar.
Este señor Seibert fue el fundador de Vail, donde lo único que había era un campo de entrenamiento para soldados en la nieve. El primer regimiento que salió de este lugar, llamado Camp Hale, fue el 10th, por eso se llama así uno de los actuales restaurantes famosos de Vail, y es en honor a estos soldados que hay una estatua de un enorme esquiador vestido de blanco en el Village: el soldado de la 10th Mountain Division.
Pues Seibert regresó de la guerra y decidió que se la iba a pasar padre en este lugar, donde un ingeniero llamado Charles Vail trazó las primeras carreteras y urbanizó el sitio. Por eso nombraron el pueblo en su honor.
Para cuando Seibert y sus cuates Jack Tweedy y Earl Eaton (la montaña tiene sus nombres en sus zonas altas), construyeron el pueblo y diseñaron los primeros accesos y pistas en la montaña, la competencia (dícese Aspen) no supo ni por dónde les llegó el trancazo.
Así se fundó Vail en 1963. Y como en todos lados, el éxito creció de boca en boca, se sumaron más inversionistas y visitantes que compraron los primeros terrenos Real Estate, y fue así que muchos mexicanos compraron casas y departamentos entonces.
De ahí también que arquitectos de la época funcionalista nacional como Enrique del Moral y José Villagrán García participaran en la construcción de inmuebles que aún subsisten en el village, aunque la mayoría de los diseños fueran de tipo alpino, creados por el proyectista local Fitzhugh Scott, quien hizo el trazo original de Vail Village.
El poderoso traje de esquiador
Claro que uno va a esquiar, pero Vail Village tiene el encanto, el ambiente y la diversión necesaria para que no extrañes la nieve cuando estás en el pueblo, y para que a partir de las 4 de la tarde, que bajas de la montaña, sepas que te lo vas a pasar increíble. Por cierto, amo que las calles tengan calefacción.
Creo que todos tenemos una preferencia cuando estamos en la montaña: ya sea velocidad, la emoción de volar o la satisfacción de controlar los esquís, pero la mía es simplemente tocar la nieve, porque la primera vez que la sentí y la vi en todo su esplendor fue en Vail (no la del Nevado de Toluca, chicos, esa no es nieve; ni el granizo de la semana pasada…).
Amo quitarme los guantes y jugar con ella aunque se me entuman hasta las uñas. Es una frescura orgánica que solo se siente con la lluvia o con el mar. ¡Los tienes que tocar! Nada se compara con la nieve en las manos (y en la cara). Nada.
Por otro lado, no sé ustedes, pero opino que ponerte en traje de carácter para esquiar te da cierto poder personal. Es como subirte en los tacones, o ponerte un traje a la súper medida. O sea. Te da cierta sensación de decir “yo soy aquel, domino el panorama, goey”.
Yo esquío en agua desde muy niña (de eso no se moría de la pena mi papá, de verdad no entiendo…), y aunque igual te subes a un par de esquís, me siento menos vulnerable sobre el agua que sobre la nieve. No sé si todo el snow kit me dice sicológicamente que la nieve es más pro.
Hacer pizzas a cierta velocidad implica que tienes una gran fortaleza en las piernas y no puedes hacer más que confiar en ellas. En el agua, como sea, le diriges la acción al lanchero, le gritas que por ahí no, si quieres te sales de la estela y si no, pues no; te tiras o te sueltas…vamos, hay opciones como nadar, que es menos difícil que ponerse de pie con sendos esquís sobre una pendiente nevada…digo.
“Trees don’t move”, dicen los letreros en Vail. Bueno, pues los tiburones de la playa Condesa tampoco se ven; unas por otras, pero sigo considerando más complejo esquiar en nieve, entre otras cosas porque el bikini no te da el power que tiene el disfraz de potentado esquiador. Confiesen: ¿no les encanta eso? A mí sí.
Al contrario que Ernestito Zedillo, yo sí creo que hay que ir a Vail en cualquier temporada. Es disfrutable como sea. Claro que en diciembre te congelas y en Semana Santa el sol brilla, el viento es soportable y no hay ventiscas; por eso es mejor ir entre marzo y abril a esquiar.
Pero si lo suyo no es la nieve, no se preocupen, Vail en verano es un espectacular bosque lleno de aventuras para quienes somos gente de mangos, piñas y mar, como yo. Je je. Visiten www.vailresorts.com Es lo mejor que hay en la vida y mien que he vivido…
¡Nos leemos la próxima semana!
*Gabriella Morales-Casas «Nació en la Ciudad de México. Estudió en el Colegio Green Hills antes de embarcarse a España para estudiar Literatura, aunque en realidad se dedicó a ir al futbol, fumar puros, beber buen vino y andar de shopping; al volver a México siguió sus estudios en la UNAM y en el Centro de Capacitación Cinematográfica mientras trabajaba en prestigiados medios audiovisuales e impresos especializados en deportes, cultura, estilo de vida y sociales, entre ellos Deporte Ilustrado, Día Siete, Mujer Ejecutiva y Estilos de El Universal. Este año celebra su 21 aniversario en el periodismo (no es botox, es que empezó a los 15 años). Actualmente escribe para las revistas Esquire, Caras, Marie Claire, Forbes, Goodhousekeeping, Gente y los suplementos Domingo, Consentido y Mundo VIP de El Universal. En sus ratos libre todavía hace guiones de cine y cuentos infantiles (no sabemos por qué).