Hacer una lista de los 10 libros del año hace honores a una tradición de bizarría contumaz. Por lo pronto, expone una imposibilidad inevitable: la de referirse a una lectura absoluta de todos los títulos salidos en un periodo de 365 días, un hecho a todas luces incapaz de llevarse a cabo.
Así las cosas, si uno piensa que estas menciones nacen motivadas por el deseo de compartir la magia lectora, la pasión por las historias, entonces las listas cobran sentido.
Todas las listas valen, todos los 10 mejores son mejores. Esta es la nuestra.
Limónov, por Emmanuel Carrere (Anagrama). El autor nacido en París en 1957 cuenta la vida de Eduardo Limónov, el controvertido político ruso de 70 años, aliado del ex campeón mundial de ajedrez Garri Kasparov, opositor feroz de Vladimir Putin, fundador del ilegalizado Partido Nacional Bolchevique, el canalla que en la Guerra de los Balcanes estuvo del lado de los serbios y del criminal Radovan Karadži?, el poeta romántico, el escritor que no sirve para la ficción pero que en la narración de su propia vida ha dejado una obra más que interesante. El libro fue uno de los lanzamientos más importantes de Anagrama y en su idioma original en 2011 obtuvo el premio de los premios: el Renadout.
Clases de literatura, por Julio Cortázar (Alfaguara). Las clases de literatura que dictó el autor de Rayuela en la Universidad de California, Berkeley (1980), fueron reunidas en un libro, recopiladas por Aurora Bernárdez y Carles Alvarez Garriga, responsables de la edición de Papeles inesperados (2009) y los cinco tomos de Cartas (2012). “Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones”, dice el querido cronopio.
La verdad sobre el caso Harry Quebert, por Joël Dicker (Alfaguara). Un fenómeno editorial que viene de Suiza y que mediante una novela de 600 páginas se ha encauzado en la senda del sueco Stieg Larsson: intriga policial, un cadáver y muchos asesinos posibles. La acumulación de culpables como estrategia narrativa es cansadora al final del libro, pero las primeras páginas referidas a la creación literaria resultan adictivas. Un libraco sin duda entretenido y bien escrito. No es poco para un autor que apenas tiene 28 años.
Lumbre, por Hernán Ronsino (Almadía) El escritor argentino, a quien conocimos por la celebrada Glaxo, sube muchos peldaños en su pericia narrativa para hablar de una vaca regalada, la vida de provincias y todas esas cosas que la infancia deja y a las que es difícil dejar atrás. Una prosa mucho más compacta y ambiciosa revela a un autor profundo, determinado a dejar huellas de peso en sus lectores. Lo mejor de Lumbreson las alas que parten de hondas raíces, impulsadas por un deseo legítimo y logrado: traspasar las propias fronteras de la historia para convertirla así en universal. Nada de lo bueno que se dice de Ronsino –y se dice mucho- es exagerado. Una novela gozosa, llena de momentos esplendorosos.
Los años de peregrinación del chico sin color, por Haruki Murakami (Tusquest). Este ha sido otro año en que el autor japonés no ha recibido el Nobel, un hecho que de todas maneras no ha impedido que su nueva novela se convierta en un éxito de crítica y público. Es cierto que a estas alturas las estrategias narrativas de Murakami no deslumbran ni producen ningún factor sorpresa, pero son todavía eficaces en la gran capacidad para tocar las fibras más sensibles de sus fieles lectores. Esta vez es la amistad la esencia de una historia de un viajero que emprende una travesía dolorosa y reveladora.
Escenas de una vida de provincias, por J.M. Coetzee (Penguin Ramdon House). La reedición en español de los tres libros autobiográficos del escritor sudafricano, reunidos en un solo volumen de 600 páginas por Mondadori. Integrado por Infancia (1998), Juventud (2002) y Verano (2009) el libro marca la ruta de vida de un autor que está dispuesto a todo en nombre de la escritura, incluso si esa voluntad implica construir un implacable retrato de sí, el dibujo de un niño que se va haciendo adulto al frío de una perplejidad que lo hace inútil para la vida gregaria y desconcertado ante la imposibilidad de encontrar su voz de autor.
Así es como las pierdes, por Junot Díaz (Penguin Ramdon House). El fantasma del hermano perdido y la figura del padre ausente recorren los cuentos donde Junior, el álter ego del famoso escritor dominicano, produce una narrativa que fluye mediante principios deslumbrantes y finales inconclusos, creando un efecto de continuidad por medio del cual un libro de relatos se constituye en una novela. El lenguaje es otra vez el prodigio de un autor imperdible: allí donde las palabras incomprensibles pierden toda esencia críptica y se hacen claras, prístinas, en la pluma virtuosa de Junot, un inimitable.
Los caminos de Ida, por Ricardo Piglia (Anagrama). La autobiografía de Renzi, un personaje recurrente en la obra del escritor más importante de la literatura argentina contemporánea, quien en 2013 se hizo acreedor al premio Manuel Rojas en Chile, trae intriga policial, amores desencontrados, traiciones y juicios por medio de la exageración de la ficción al enclaustrado y muchas veces ombliguista ambiente universitario en los Estados Unidos. Leer a Piglia en el siglo XXI: una tarea tan necesaria como gustosa.
Cero, cero, cero, por Roberto Saviano (Anagrama). Un conjunto de ensayos que analiza entre otras cosas la alianza en los ’80 entre los cárteles del narcotráfico colombiano y mexicano y que se ha constituido en un juicio implacable a la cocaína global. “A menudo me preguntan cómo mis palabras pueden meter tanto miedo a las organizaciones criminales. La verdad es que no son las palabras, sino quienes las escuchan, quienes las leen. Son los lectores que intentan descubrir sus mecanismos quienes realmente asustan a los delincuentes”, ha dicho el escritor nacido en Italia en 1979.
Entre amigos, por Amos Oz (Siruela). Recuento de dramas privados con que el autor judío más conocido en el mundo responde a su creciente popularidad mundial, una circunstancia que no valora positivamente. Se trata de la reseña de la vida en un kibutz imaginario, el Yikhat, como análisis del sueño colectivo que dio carácter a Medio Oriente en el siglo pasado y que el escritor practicó desde los 15 años hasta que, por problemas asmáticos de uno de sus hijos, decidió mudarse al clima seco y desértico de Arad. En el kibutz de Hulda, Oz conoció a su esposa y se hizo de amigos entrañables y es esa experiencia vital de su primera juventud la que recupera con nostalgia en Entre amigos.