¿Ya se repusieron de la fiesta de anoche? Hubo muchas, pero Le Diner en Blanc segunda edición en la Ciudad de México fue la mejor, claro, porque yo fui, je je. Estuvo buenísimo.
Yo no había ido el año pasado por estar en el Festival de Cine de Morelia y me quedé con las ganas (sobre todo por la gripa de agarrapollos que pesqué en Morelia aquélla ocasión…), así que este año no dudé en ir. Como era mi primera vez, tuve que comprarlo todo, hasta los moñitos blancos para amarrar los cubiertos, y todo para que algunos llevaran carritos verde perico del súper. Bah. Una tan chic y obediente.
Mi acompañante fue mi querido Tito Herrera-Moro, quien se trajo de su casa su exprimidor de jugos de Philippe Starck como adorno de mesa, luego de que ésta, su humilde escritora, tuviera un pequeño accidente con los alcatraces en un frenón marca diablo que me aventé en el auto. Todos fenecieron. Parecía que los había arrancado del camellón de Chapultepec, en vez de cortarlos cuidadosamente del jardín de mi casa… Y ahí me tienen cargando mi exprimidor por toda la cena, no vaya a ser que alguien se lo mangara como se mangaron la mesa de Lulú Alcocer. Sí, como lo oyen, hubo hurtos. Oso.
Total que la aventura empieza desde que llegas al punto de reunión. A mí me tocó el MUTEC, en Chapultepec, pero nadie me dijo que habría, a unos cuantos metros, otros puntos para el evento; así que en mi confusión me metí a un estacionamiento que no me correspondía y cuando me di cuenta que el autobús de mi líder no estaba ahí, ya era tarde, muy tarde.
La cosa era que la salida estaba jussssto donde caminaban los invitados con sus cosas, y ahí estaba yo, echándoles lámina de a gallo-gallina-pollito, para intentar llegar, antes de las 6:30 que se iban los autobuses, al que me tocaba.
Hubo un momento en el que quise claudicar ante la imposibilidad de pasar, pero Tito me echó porras mientras yo, cual Ana María Velasco en sus mejores interpretaciones de la inigualable India María, me tapé con el rebozo, bajé cobardemente la cabeza del volante –no me vayan a reconocer los miembros de este Principado echándoles la nave encima– y logré atravesar hacia la salida.
Eran 6:30 en punto cuando llegamos al lugar correcto. Cargando la canasta y la mesa, tuvimos la buena suerte de que el camión que nos tocaba era el primero y no perdimos más tiempo. Por supuesto, fuimos los últimos en abordar, igualito que cuando subes al avión y todos los pasajeros te echan ojos malvibrosos por atrasar el vuelo. ¡Floja!
Lo maravilloso es que en esta ocasión los pasajeros eran mis amigos de Estilo México, Alice Terán, Blanche Toffel y su flamante editor, Jorge Eduardo Morales, de tal suerte que me hicieron bromas en lugar de los ojos malvibrosos. Una vez encaminados, nos dieron diversas instrucciones, entre las que estaba no whatssapear ni tuitear nada sobre el lugar secreto.
Lo curioso es que el sitio del picnic era prácticamente enfrente pero aún así hicimos casi una hora de traslado. Fue en la Terraza del Lago de Chapultepec, junto a la Casa del Lago, literal, tras lomita. Ya la vejez de mis treintas me impide distinguir locaciones fácilmente, para mí, de noche, todos los cats are brown, y en la noche esos bustos de cobre de los héroes de la patria y las enormes jardineras oscuras me dieron la impresión de que estábamos en algún cementerio, ¡de verdad lo pensé! Dije, qué alternativos los Botero, qué festejo tan original a propósito de las venideras fiestas de muertos. Dios, qué traeré en la cabeza…
Una vez que llegamos al Exterior-Noche-Luces vimos lo majestuoso del montaje. Todos comenzamos a armar las mesas, recoger la comida (hice una fila tan larga como en la Tesorería en fin de año), anyways, la cosa es que el sitio era grande y uno se perdía al ir al toilette o por las viandas o a decirle hola a algún cuate.
Total, que el programa se retrasó y para cuando llegó el momento estelar de la noche, la celebración con globos blancos y luces de bengala, seguíamos cenando. Pero eso no impidió que se realizara el mágico momento de encender las luces. Fue divino. A mí me encantó ver todo el sitio repleto de bengalitas brillando entre la blanca concurrencia.
Lo siguiente fue dar por terminada la cena y comenzar la fiesta, tipo lounge. Abajo del lugar, en el embarcadero, fue la “discotequita”. Por supuesto, yo seguía cenando…
Diana Alarcón fue mi líder de mesa, otros amigos que hicieron lo propio fueron Jorge Ríos, Josette Carbajal, Luis Miguel Moreno (¡qué gusto verlo con Andy! Ya los extrañaba), Juan Carlos Valladolid, Victoria Alexander, Carlos Biskidian, Marce Huet, Christian Shehadi, Desireé Navarro, Alonso Taladrid, Paola Perdomo (ella muy en organizadora de eventos, que es a lo que se dedica, ¡es ruda, me dio miedo!), Bobby Domínguez y muchos más, cuyo líder anfitrión fue Lalo Uribe, a quien felicito por tan gran evento.
Para cuando terminé de cenar, tomé mi exprimidor de Pihilp Stark (jejejejeje) y di el rol con Tito. Vimos a Rafa Micha, Luis y Jessica Peyrelongue, Gerardo Noriega, que acaba de entregarle el anillo a su novia; a Raúl González Fillad con su inseparable Luz (chismee y chismee, ni hola me dijiste, mana, qué mala eres); a Gabriel Rodríguez Leal, Marco Corral, Ale Langarica (hace amigos con la facilidad que yo tengo para escribir insensateces), Enrique Guerrero con su nueva y guapísima novia, Syl Rivera (¡con peluca blanca!), Rogelio Pinto de Bicis Antiguas, Guadalupe Loaeza (que se metió en la fila de las viandas, ¡¡te vi, Lupita!!), Manolo Mestre y obvio, a Fer Botero y su adorada Marinés, a su hija Camila, así como a todo el equipo Estilo México, que alguna vez fue casa de este Principado, y que son los que hacen posible este evento creado por la familia Pasquier en París, hace 24 años.
Eran 2600 personas, pero no se notó, nunca se sintió como un lugar masivo o incómodo. Lo más divertido fue recogerlo todo al final: ya todo mundo enchampañado desarmando mesas estuvo de diez. En el recuento de los daños, Tito y yo perdimos una servilleta, quemamos el mantel con la bengala, Ale Langarica andaba repartiendo lo que quedó de su vino porque ni modo de tirar el preciado licor, oiga Usted, y a otros invitados se les rompió alguna vajilla. Por cierto, saludos a mis compañeros de mesa, Mauricio y Cindy que nos hicieron la noche con su simpatía.
Al final, no me arrepiento de la frieguita que fue ir a conseguir todo al súper o El Palacio de Hierro (empiezas comprando sólo el boleto de participación y luego te gastas una lana porque te das cuenta que no tienes nada totalmente blanco), ni del estrés del autobús, o el rollito de armar la mesa, Le Diner en Blanc es tan original, chic y divertido que lo volveré a hacer el año siguiente, es más, las peripecias lo hacen más especial.
Además, sólo por ver a el desfile de chicas bellas y caballeros elegantes luciendo sus mejores outfits vale la pena ir.
Les dejo algunas fotos del recuerdo:
¡Nos leemos la próxima semana!
Con Tito Herrera-Moro
Con Josette Carbajal y Ale Langarica
Y el Philippe Starck…