Se dice, se rumora, se comenta en los pasillos del alto lujo que el hotel Four Seasons México se va del Distrito Federal porque una constructora le pagó una millonada al corporativo por el predio, para continuar con ese proyecto guajiro del GDF y los despachos arquitectónicos de convertir a Paseo de la Reforma en una avenida de torres verticales (no sé si reír o llorar).
Por supuesto, lo primero que hice fue llamar al corporativo del grupo, y obvio, me dijeron que no es verdad, pero todo puede suceder en el mundo de la hotelería… De ser cierto, sería una pena perder su bella arquitectura que homenajeaba a época porfiriana por un cheque en blanco.
Sin Four Seasons, el ultimo hotel tradicional del alto lujo que le quedará a la Ciudad de México será el siempre bien ponderado María Isabel Sheraton, de grupo Starwood, en mi muy humilde opinión. Nadie tiene una suite Marco Polo con vista al Ángel…
Este hotel, ubicado en el corazón de Reforma, enmarcando el costado izquierdo del Ángel de la Independencia, se construyó en el terreno de la que fue casa de la familia de Aureliano Torres Izábal, apoderado del hotel durante años.
Se fundó en 1962, en la mera época del modernismo lopezmateísta, y fue una maravilla arquitectónica (eran los 60, calmados) de José Villagrán y Juan Sordo Madaleno. El dueño era Atenor Patiño, un empresario boliviano, también creador del hotel Las Hadas, en Manzanillo (al que ya le urrrrge una remodelada, by the way).
Bueno, pues su yerno, el muy famoso magnate británico Jimmy Goldmsith, fallecido en 1997, estuvo casado con María Isabel, hija de Atenor, quien llamó a su hotel en la Ciudad de México en honor de su hija, luego de que ella muriera en parto en 1954.
Por aquellos años sesenteros, el María Isabel le compitió al tradicional Hotel Del Prado, el place to be de las celebs mexicanas desde los años 40 (Agustín Lara tocaba en el piano de su bar), pero también tuvo su coco cuando el Hotel Camino Real abrió en la Anzures en 1968 del que otro día platicaremos con merecida calma.
El chiste es que en los 70 vino la fiebre de los hotelazos de cadenas internacionales construidos en enormes torres, uno de ellos fue el Fiesta Palace, luego Crowne Plaza y hoy Fiesta Americana, inaugurado en 1970. A la cabeza estaban Jorge Couttolenc y Gastón Azcárraga, patriarca de Grupo Posadas que ahora dirige su nieto Pablo. Pura realeza hotelera, les digo.
Otro hotel que estaba muy de moda, era El Aristos, de la familia poblana Abed, pero cuentan quienes vivieron el esplendor de esa época, como mi amigo, que naaaaadie le hacía competencia al María Isabel (ni a su bar El Jorongo, ¡cómo que no!)
Cuando desaparecieron los hoteles del Prado y el Regis, ambos destruidos durante el terremoto de 1985, la Ciudad de México se quedó sin tradición hotelera de alto rango: el María Isabel heredó el trono.
Atenor Patiño lo había vendido casi desde el principio a la compañía Telephones & Tepegraphs, que a su vez lo vendió a la cadena Sheraton, absorbida en 1998 por grupo Starwood. Nadie se atrevió a cambiarle el nombre.
Al María Isabel lo superaron, poco a poco, los altísimos edificios de la zona hotelera de Campos Elíseos en los años 80: el Presidente, el Nikko (hoy Hyatt), el Marriot, y en Reforma, el Marquis y el Meliá. El último hotel trasnacional que llegó a México antes de la explosión de Santa Fe, fue el Four Seasons, que durante la década del 2000 presumía de ser el hotel más luxury del Distrito Federal. Y lo fue. Sí que lo fue.
Pero llegó el nuevo lujo con los hoteles boutique y su servicio ultra personalizado y exclusivo, así que las grandes marcas y los hoteles Gran Turismo, o cualquier cosa que sonara “mucho”, “numeroso” o “no personalizado” pasaron a ser sinónimo de tropa.
Ante tal tragedia, las mismas cadenas elevaron el nivel de exclusividad en sus hoteles high end y luxury level, como el W y el St Regis, pertenecientes también a Starwood, y se los trajeron a México.
Como el María Isabel en su tiempo, St Regis ahora es el top del lujo cadenero, y al igual que su hermana María Isabel, tiene una ubicación privilegiada, frente a la Diana Cazadora, que lo volverá, tal vez, con los años, igual de emblemático. O no…
El María Isabel ha mantenido su carácter turístico, ha salido en numerosas películas y novelas, iluminado con sus enormes letras rojo sesentero recordándonos que no importa si es Sheraton, si hay Four Seasons o St Regis en la otra esquina, si llegaron el Hábita o el Downtown. El María Isabel es, como dijeran aquellos filósofos de Ana Belén y Víctor Manuel, la Puerta de Alcalá de la hotelería: “ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo”.
¡Nos vemos la próxima semana!
*Gabriella Morales-Casas «Nació en la Ciudad de México hace ciertos años…Estudió en el Colegio Green Hills antes de embarcarse a España para estudiar Literatura, aunque en realidad se dedicó a ir al futbol, fumar puros, beber buen vino y andar de shopping; al volver a México siguió sus estudios en la UNAM y en el Centro de Capacitación Cinematográfica mientras trabajaba en prestigiados medios audiovisuales e impresos especializados en deportes, cultura, estilo de vida y sociales, entre ellos Deporte Ilustrado, Día Siete, Mujer Ejecutiva y Estilos de El Universal. Este año celebra su 20 aniversario en el periodismo (no es botox, es que empezó a los 15 años). Actualmente escribe para las revistas Caras, Marie Claire, Goodhousekeeping, Gente y los suplementos Domingo, Consentido y Mundo VIP de El Universal. En sus ratos libre todavía hace guiones de cine y cuentos infantiles (no sabemos por qué).