La leyenda sobre su origen señala que fue a inicios del siglo XII en Asia central, cuando varios monjes tibetanos que salían a recoger frutos vieron a un oso que agonizaba y usaba sus últimas fuerzas para frotarse contra un árbol que estaba lleno de una sustancia blanca mucosa. Días después vieron, sorprendidos, al animal que se paseaba completamente sano, por lo que de inmediato examinaron el árbol y encontraron estos hongos blancos. Los conservaron y probaron los poderes curativos que entregaban al tomarlos.
Sobre cómo salieron de los templos. “Se dice que la Madre Teresa de Calcuta, en uno de sus viajes por la China, tuvo la oportunidad de conocer a los monjes tibetanos y ellos le habrían enseñado el uso de estos hongos milagrosos. Fue ella la que los dio a conocer con la finalidad de aliviar las dolencias de los más pobres, pero con la condición de que nadie se atreva a venderlos jamás, simplemente debían compartirse a quién lo necesite”, explica Ruth Höppner.
De ahí, que se les conozca como “Hongos de la Madre Teresa” y su mística sanadora que se conserva al ser regalados. “Si se venden perdería la magia que les dio la religiosa y para que te lleguen tienes que averiguar, preguntar y por Internet circulan varias fan page que los promocionan regalan, formándose en una tremenda red de ayuda”, afirma.
Sin embargo, este origen no es el único ya que existen tíbicos en varias culturas, donde son nombrados como tibis, tibiches, kéfir de leche (yogurt de pajaritos) y agua, búlgaros de agua, granillos, granizo, hongos chinos, granos de agua de kefir, granos de azúcar de kefir, cristales japoneses de agua y abejas de lafornia.
Aunque según la información que maneja Ruth Höppner estos cumplen un papel muy similar, pero en forma física, contenido o jugo son muy diferentes. “Pero, los tres son Maravillas de la Naturaleza”.
¿Qué sanan? ¿Qué dice la medicina? Los hongos tibetanos, según un estudio publicado en la Revista Latinoamericana de Microbiología, es una mezcla de bacterias y levaduras que se encuentra en una matriz de polisacáridos creada por bacterias.
Los beneficios que se les atribuyen son muy variados; entre los que destacan en el sitio Hongos Tibetanos, están que sana el cáncer de mama, los fibromas y quistes ováricos. En otras páginas web, indican que reduce la ansiedad a sustancias psicoactivas (alcohol, cigarrillo, tabaco, drogas, café); elimina el insomnio; mejora el apetito; disminuye depresiones; alivia reumas y dolores musculares, ayuda a que desaparezcan las canas; sana migraña; evita el estreñimiento; cura cálculos estomacales; mejora las funciones del hígado, vesícula biliar, pulmones, riñones, sangre y sistema inmunológico; alivia hombros endurecidos y dolores musculares.
Se asegura también que previene el cáncer, cura el de la piel. Además, cura dolores nerviosos, desaparece el herpes y los mareos. También, se utilizan para adelgazar; reducir colesterol; mejorar casos de esclerosis; irritaciones de la piel, mantiene la temperatura del cuerpo y en general, hace la vida longeva, vital, y hace menos bruscos los cambios en la menopausia.
Y no sólo eso, al tomarlo en forma diaria proporciona salud, ánimo y evita dolencias físicas y fomenta un equilibrio entre el cuerpo y el alma. “Al beberlo en forma diaria se obtiene plena salud física y mental”.
Sin embargo, cada persona según sus dolencias tendrá indicaciones específicas para su toma diaria, donde quedan excluidas las embarazadas y lactantes.
Sobre los cuidados que se han de tener en cuenta, antes de que los hongos lleguen a su casa requieren atención y cuidado diario. Se alimentan con chancaca, miel o fruta muy madura. No se usan utensilios de metal ni agua directa de la llave y se deben conservar en envases de vidrios tapados con un paño de algodón.
¿Y la medicina qué dice? Cristina Benavente, médico internista de Vidaintegra dice que no hay ningún trabajo científico que avale el conocimiento popular que existe sobre la efectividad de los hongos tibetanos, pero menciona que se ha visto que en los lugares donde habitualmente se toman son personas más sanas y que viven más.
“Los hongos tibetanos son una mezcla de bacterias y levaduras que producen ácido láctico y diferentes sustancias probióticas que son beneficiosas para la salud”, afirma.
Esto, según explica la doctora, es porque tienen propiedades cicatrizantes, antiinfecciosas y combaten enfermedades de autoinmunidad. Pero, advierte que están absolutamente contraindicados para pacientes con diabetes y gastritis y que hay que ser cauteloso en su ingesta porque las cantidades a tomar no están estandarizadas.
En todo caso, afirma que en ningún caso es tóxico y que es un buen elemento nutricional que no hay que demonizar ni bendecir.