La bodega fue fundada a comienzos de los 90 por la familia Arzuaga-Navarro y son un ejemplo de dedicación y pasión por la tierra y el vino.
A Florentino Arzuaga le gustan los horizontes de Castilla donde aún se conservan espacios en los que la naturaleza y los animales viven libres de perturbaciones. Allí, y cerca de un Duero silencioso, Florentino compró una finca que, por su dimensión, tiene horizonte propio.
Luego vinieron las cepas, la bodega y después el vino; un tinto como a él le gustaba: con esqueleto pero elegante, rotundo y complejo a la vez.
Florentino Arzuaga lleva en su ánimo la tenacidad del emprendedor pero con la sensibilidad por la estética y la perfección. A la vez que es un hombre sencillo y tímido, también es capaz de situar un tinto que lleva su apellido en las más suntuosas cartas de vinos; y eso en breve tiempo.
La bodega se ubica cerca del Duero y adorna una carretera tan castellana como la que une Soria con Valladolid. Un canto a la piedra, sólida y rústica con evocación monacal por sus arcadas, torres a los lados y, en el centro, el campanario coronado por la veleta de los vientos. Fuera la piedra y dentro la cálida madera del olmo dan la bienvenida al visitante y preparan su ánimo para probar unos vinos especiales.
La calidad es el aspecto más mimado y cuidado en Arzuaga-Navarro y esto se inicia en el viñedo, porque es imposible hacer un buen vino sin uvas sanas y de calidad. Ahí se cuida que los rendimientos sean muy limitados en sintonía con unos suelos de escasa fertilidad y el duro clima castellano, ya que una producción demasiado alta restaría concentración y calidad al vino.
La excelente calidad de sus uvas, premisa inexcusable del buen vino, el mismo con el que son cuidados los viñedos y la pasión en el trabajo han hecho que sus vinos sean ya unos de los más prestigiosos de la Denominación de Origen de la Ribera del Duero.
Variedades: Tinto Fino (90%), Cabernet Sauvignon (7%) y Merlot (3%)
Elaboración y crianza: Vendimiado a mano en su punto óptimo de maduración en cajas de 15 kilos. Los racimos pasan por la mesa de selección y a continuación se despalillan, las uvas son encubadas en depósitos de acero inoxidable, se mantienen unos días en frío, con una lenta fermentación alcohólica a unos 27º C.
Una crianza de 15 meses en barricas mitad de roble francés y mitad de americano hace un vino potente y frutal, pero con elegancia y finura.
Notas de cata:
Vista: Rojo picota con ribetes violáceos, con un bonito brillo.
Nariz: Aromas de vino consistente, muy complejos, lleno de matices frutales aderezados con notas de torrefactos. Es un vino en continua evolución, vivo y fresco.
Boca: Equilibrado y denso llena la boca con multitud de sensaciones frutales y cremosas. Es sabroso y elegante, perfecto para maridar con multitud de platos.
Es un vino que no deja indiferente por las buenas sensaciones que aporta.