Río de Janeiro será el país anfitrión para los próximos Juegos Olímpicos, algo que sin duda puso en éxtasis al país de la Samba.
La contienda no fue fácil, España uno de los favoritos perdió la batalla dolorosamente contra los brasileños. Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) pronunció el nombre de la ciudad brasileña.
Lo hizo a costa de Madrid, que le plantó cara hasta la mísmisima final. Pero ganó Río y las emociones se desbordaron, en un sentido y en otro. La explosión de júbilo entre la delegación brasileña fue brutal: todos sus miembros saltaron de sus sillas al unisono, gritaron como nunca y se fundieron en abrazos. Hubo hasta lágrimas, lágrimas para la historia en un día que será recordado durante mucho tiempo.
En Madrid también hubo lágrimas pero de tristeza. Se quedó de nuevo a las puertas, acarició con la punta de los dedos el sueño, pero el despertar fue decepcionante. Llegó hasta la final, cosa que muchos dudaban, y estuvo cerca. Por eso duele más.
Esta elección es histórica: por primera vez unos Juegos se celebrarán en Surámerica, algo en lo que insistió mucho Lula, presidente del país, en su brillante discurso.