El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong y Buzz Aldrin eran los primeros hombres en pisar la Luna, un suelo extraño a la Tierra. Esa odisea impulsó la carrera espacial que hoy tiene como objetivos volver al satélite natural terrestre y luego a Marte.
Después de recorrer casi 400.000 kilómetros en cuatro días, la misión Apolo XI de la NASA llegó a la superficie lunar. «Houston, aquí Base Tranquilidad. El Aguila ha alunizado», anunció el comandante norteamericano Neil Armstrong el 20 de julio de 1969, hace 40 años, antes de abandonar la nave y protagonizar, ante el asombro del mundo entero, uno de los mayores hitos en la historia de la humanidad: convertirse en el primer hombre que pisaba la Luna.
Cientos de millones de personas a lo largo y ancho del planeta seguían el evento y ya se hablaba del «cumplimiento de un sueño de la humanidad», del «inicio de una nueva era», o «de la más grande hazaña protagonizada por el hombre: pisar un suelo que no sea el del planeta Tierra». Ninguna comparación resultaba exagerada.
Seis horas y media más tarde, a las 9.56 hora mexicana, cuando Armstrong bajó laboriosamente la escalera de metal para dirigirse a la superficie lunar, sus «palabras históricas» darían la vuelta al globo terrestre: «That´s one small step for a man, one giant leap for mankind» («Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad»).
La histórica misión de la NASA había surgido en plena Guerra Fría, luego del lanzamiento al espacio el 4 de octubre de 1957, por parte de los soviéticos, del primer satélite artificial de la Tierra, el Sputnik I. Los rusos se anotaron otro dos logros tras ello. Pusieron al primer hombre en el espacio, con Yuri Gagarin y alunizaron una nave no tripulada: la Lunik 9.
Promesa estadounidense. El presidente norteamericano John F. Kennedy, sin embargo, había dejado bien claro que su país tenía intención de llevar a la Luna (y traer de regreso a la Tierra sano y salvo) a un hombre. Y así fue.
A Armstrong le siguió Aldrin, la segunda persona que pisó el cuerpo celeste, mientras Collins se quedaba en el módulo de mando. Los dos astronautas dieron un paseo por la Luna, durante el cual tomaron fotografías y muestras del suelo, clavaron una bandera de Estados Unidos y dejaron una placa conmemorativa del evento que rezaba: «Vinimos en son de paz y en nombre de toda la humanidad».
Millones de personas de todos los rincones de la Tierra siguieron tanto por radio como por televisión la extraordinaria gesta, que exigió largos años de trabajo y un desembolso de 24.000 millones de dólares.