Una de las haciendas más hermosas y conservadas del Estado de Morelos abrió sus portones por primera vez, para dar a conocer el nuevo y mejor secreto guardado de Morelos: la Hacienda Acamilpa.
Eduardo Kohlmann fue el encargado del extraordinario servicio de banquetes, que operará en exclusiva los eventos de la hacienda, que fue disfrutado por más de 300 personas.
Hacienda Acamilpa es un auténtico paraíso a sólo unos minutos de Cuernavaca, cerca de Chiconcuac, y cuenta con diferentes áreas, cada una con una gran personalidad, que permiten realizar montajes espectaculares: La Fuente Central, para 180 personas, el Jardín de Laureles para 600 personas, el Jardín Tabachines para 2000 personas y las espectaculares bóvedas para 500 personas.
Además, tiene 10 hermosas habitaciones con baño y decoradas exquisitamente, que pueden ser alquiladas para eventos, entre la cuales destaca una suite ideal para novios, además de una hermosa capilla para 250 personas.
La recepción comenzó con una espléndido buffet de jugos frescos verdes y de naranja, fruta fresca, yogurt natural con coulis de frutos rojos y granola, pan dulce y cuernitos, panqué glaseado de vainilla de Papantla, mantequillas saborizadas y mermeladas artesanales.
Luego siguieron los platillos mexicanos: Quesadillas de la Tía Lucha, tortitas de Cochinita Pibil, tamales yucatecos, norteños y oaxaqueños, barbacoa de Santiago, quiche de chilorio sinaloense, enmoladas de la Tía Chona, Gorditas de Marinita con chicharrón prensado o rajas a la crema acompañados de ricas guarniciones y salsas.
De postre hubo deconstrucción de cheesecake de guanábana y frescas nieves de mango, limón con chile piquín y cajeta con rompope.
Una hacienda con historia
La propiedad, hasta ahora de uso exclusivamente familiar, fue una hacienda azucarera perteneciente al Colegio de Cristo en el siglo XVII, y en 1812 pasó a ser propiedad del Capitán Español Don Antonio de Zubieta.
Por su gran relevancia en la región, en 1851, siendo el nuevo propietario el prominente empresario Don Gabriel Valencia, se ve catalogada como de 3ª clase, ocupando el 12º lugar entre las haciendas de la región.
Don Joaquín Araoz se convirtió en el siguiente dueño y para 1885, además de su prominente producción de azúcar, producía 2 400 barriles de aguardiente, y en 1889 obtuvo una mención honorífica en la Exposición Internacional de Paris por la calidad del azúcar que producía.
Durante la Revolución Mexicana, se distribuyeron las propiedades de los Araoz y la hacienda quedó únicamente con el casco y dos hectáreas. En esos tiempos turbulentos, las bóvedas y los túneles de la hacienda sirven como refugio para los habitantes de Acamilpa.
Desafortunadamente la hacienda queda severamente dañada, hasta que, a finales de los años ´60, un importante empresario se enamora de la propiedad y la adquiere para rehabilitarla con un gran esmero, respetando las estructuras originales y dejando testimonio de las diferentes etapas de la Hacienda Acamilpa como tributo a su historia.