La película Ouija, el thriller protagonizado por Olivia Cooke y Daren Kagasoff y dirigida por Stiles White, lidera la taquilla en México en su primer fin de semana.
Independientemente del aspecto artístico de la propuesta, ¿sabes qué es la ouija?. Si no conoces demasiado acerca de este polémico juego, aquí te contamos su historia.
La ouija, también llamada güija, es un tablero dotado de letras y números con el que supuestamente se puede entablar contacto con los espíritus de los difuntos.
Algunos encuentran similitudes con el juego de la copa, en el que se coloca una copa boca abajo rodeada por las letras del alfabeto y los participantes colocan el dedo índice en la base de la misma.
El origen del tablero ouija tiene un origen impreciso, situado en la moda espiritista que inundaba Occidente hacia finales del siglo XIX, y que dio lugar a una patente registrada el 28 de mayo de 1890 declarando al estadounidense Elijah Jefferson Bond como su inventor, y a William H. A. Maupin y Charles W. Kennard como titulares.
Pero fue Kennard quien creó la empresa para la fabricación del tablero y comenzó a vender los primeros ejemplares en 1890, inventando además el nombre de ouija, y asegurando que era una palabra egipcia que significaba «mala suerte», lo cual no es cierto.
Posteriormente, la patente fue vendida a William Fuld, antiguo empleado de Kennard, cuya compañía comercializó el juguete hasta que Parker Brothers adquirió los derechos en 1966.
Fuld afirmó que la palabra ouija era una mezcla de los vocablos oui y ja, que significan «sí» en francés y alemán respectivamente.
Actualmente, otras empresas comercializan este tablero, que en inglés se llama witchboard (tablero de bruja).
El tablero de ouija ha sido cuestionado desde el punto de vista religioso, ya que algunas corrientes aseguran que el juego equivale a dar paso a entidades sobrenaturales malignas del más allá, que pueden causar daño a los jugadores.
La postura católica oficial es que más allá de los efectos peligrosos de esta y otras prácticas (espiritismo, adivinación, hechicería), las mismas son contrarias al respeto que se debe tener a Dios porque «encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos», según el Catecismo de la Iglesia Católica.