Una de las presencias más esperadas dentro del SIAR es la de Richard Mille, CEO de la marca que lleva su nombre y que ha traído a México una de las piezas más deseadas de la industria, el RM 56-02, un cronógrafo tourbillon con la caja de zafiro absoluto. Está valuado nada menos que en 2 millones de dólares.
Pero, ¡¿por qué?!
A medida que la descubrimos entendemos por qué cuesta lo que cuesta. De entrada, la caja en sus tres dimensiones es totalmente transparente, al igual que la base completa y algunos componentes, como el puente y la tercera rueda de balance.
“Es un sueño hecho realidad, tenía 20 años imaginándolo”, dice Richard en un perfecto español –que no hablaba la primera vez que vino, hace cuatro ediciones–. “Pensaba en el motor de un auto, que no puedes ver; yo quería que se viera la técnica completa y poder gozarlo todo desde primera vista”.
Al ser un material tan duro, el zafiro se vuelve un reto de ingeniería, “tan sólo la producción de una caja toma tres meses de trabajo continuo día y noche”. Y eso que no hablamos de lo que tomaron los puentes…
“Es muy cara, pero es una pieza valiosa. No me importa el costo del desarrollo o el tiempo que se lleve; cuando me lanzo por un nuevo modelo arriesgado y complejo, vale la pena todo, porque la perfección es total”.
Esta es la tercera versión de un RM que se trabaja con grandes dimensiones de zafiro, Richard sabe que fue un gran reto, “pero no un riesgo”, ni siquiera algo tan complejo como esto le quitó el sueño; está acostumbrado a conseguir lo que se propone.
Ni deportiva ni arriesgada, simplemente divertida
El reloj de los 150 años de Boucheron le llevó, por ejemplo, siete años, “fue un dolor de cabeza porque teníamos que añadir piedras en cada rueda. Así lo imaginé, así lo decidí y así lo sufrimos, porque en el 90 por ciento de las pruebas que hicimos, se rompieron”.
Al final, se logró el capricho de Richard, quien cuenta con un equipo de relojeros y desarrolladores que hacen realidad sus quiméricas ideas, “y siempre lo conseguimos, porque conceptualizar es mi vida”.
La firma ha distinguido por haber fabricado el reloj oficial del tenista multiganador de Grand Slams, Rafael Nadal, y contar entre sus embajadores al golfista Bubba Watson o al corredor de coches Felipe Massa, “pero no es una marca deportiva”, se sincera Richard, “somos una marca de estilo de vida”.
La técnica extrema, como llama a su trabajo, es el motor de sus piezas, “lo que nos hace únicos, no los embajadores”, entre los que se cuenta la bella actriz israelí Natalie Portman. “La alta relojería es bastante aburrida, yo hago relojes para gente que no es aburrida, a mí me gusta abrirme al mundo del deporte, al de la gente estilosa y apuntar hacia objetivos diferentes”.
Él mismo es el epítome de la mística de su marca, es todo un dandy: no usa traje, como casi todos sus colegas, sino pantalones de denim oscuro con una impecable camisa blanca y un blazer que le da una imagen juvenil y elegante. El toque chic de sus gafas de oscuro carey, en tendencia con las formas circulares de hoy, nos hace comprender porque no es un ‘relojero’ común.
Y si además hace piezas como el RM 56-02, por supuesto, amamos a Richard Mille.