Sabor Amor se ubica en una casona del siglo pasado que data de 1930 con cinco ambientes diferentes que evocan la vida, la cocina y la celebración del México que edificó la mítica colonia Roma.
La casa cuenta con un comedor principal en la primer planta dividido en dos ambientes que son coronados por una réplica en tamaño natural del árbol más emblemático del área; La Jacarandá, misma que ilumina a sus comensales con delicadas puntas color lila.
Esta área tiene una de las cartas más originales de la ciudad ya que alberga ingredientes endémicos como lo son el axiote, los chapulines o el tamarindo, que complementan de manera perfecta las innovadoras creaciones de la singular cocina, de la cual está a cargo la Chef Lucía Bosco.
Nombres como: La Vedette -Ancas de rana al ajillo de chile serrano, El fino -Pescado en costra de chapulines con espuma de mezcal o, De Pechito -Pato confitado al axiote con mousseline de guayaba, todos con un toque divertido y con el verdadero espíritu urbano de la ciudad de México.
En su segunda planta encontramos el área del bar en donde las puertas mexicanas cobran un gran protagonismo al ser la principal materia prima de revestimiento y decoración, mismas que son alumbradas por decenas de “lámparas jaulitas”. Una gran barra de espejos y sombreros charros enmarcan este espacio albergando una colección de coctelería a base de mezcal, misma que ha sido elogiada por diversos Mixologists a nivel internacional.
Las Terrazas que evocan los patios de una vecindad nos invitan a pasar la tarde rodeados de árboles frutales, y pequeños focos de color que siempre anuncian una celebración. Los pisos pintados a mano, los faroles de latón y los sillones “Acapulco” detalles que resaltan esta singular área, ideal para disfrutar un café con mezcal y cajeta ó alguno de los deliciosos postres como el cheese cake de queso de cabra cenizo (La Tiznada) o una bomba de trufa con mermeladas de chile (El Magnate).
Los detalles abundan en toda la casa, la gran selección de objetos, en su mayoría restaurados o re usados crean una mezcla de colores y texturas. Sillones fabricados a partir de maletas, mesas con bases de máquinas de coser antiguas, carritos de juguete y nichos con esculturas de la Virgen de Fátima y Genesh dan a cada área un toque único y especial.
Para rematar la última planta encierra un toque que se autodefine por su nombre “La Clandestina”, un espacio creado para disfrutar de lo mejor del bar en un entorno de juego y diversión absoluta. El espacio cuenta con varios juegos de mesa como la mesa de póker y cubilete o un auténtico billar del siglo pasado restaurado en su acabado original. Para los que gustan de “juguetes” más contemporáneos La Clandestina cuenta también con un XBox y un Kinect en grandes pantallas de plasma.