China transforma al Tibet en el próximo punto turístico internacional para capitalizar un lugar magnético y virgen para el turismo de lujo después de una década de encierro.
Antes considerado un destino de mochileros, el nuevo objetivo del gobierno chino es atraer turistas de alto poder adquisitivo del mundo. Parece que el primero en concretar esta meta es la cadena St. Regis con su hotel cinco estrellas Lhasa Resort, que ya inauguró un magnífico complejo de 3 hectáreas a 3,600 metros de altura sobre el nivel del mar es uno de los más lujosos del mundo, con vistas del Himalaya y del valle de Lhasa.
Por ahora el St. Regis tendrá todo el mercado para sí, pero sólo hasta que se finalice el nuevo Shangri-La de la cadena InterContinental que comenzó este año. Y parece que es sólo el principio. El gobierno chino planea habilitar cinco hoteles cinco estrellas en la región desde ahora hasta 2015 que capten la ambiciosa cantidad de 15 millones de turistas por año.
Como parte de esta apertura, edificios de trescientos años tales como la famosa residencia de Ling Rinpoche, tutor del 13vo Dalai Lama, están en proceso de convertirse en hoteles boutique, para satisfacer la demanda de los viajeros de lujo que quieren visitar el Tibet.
La paradoja que se da, es que los hoteles tratan de respetar y preservar la identidad y la cultura tibetana, que es el rasgo que atrae a los turistas, sobre las bases de la pérdida de templos budistas que estaban activos antes de la invasión china.