Cuando uno sube a lo más alto de la Torre de Gálata (con sus imponentes 62 metros de altura), puede regalarse una selecta vista panorámica del bullicio pintoresco de Estambul, enorme ciudad que hoy pueblan 15 millones y que antaño fue epicentro de los imperios bizantino y otomano.
La torre y sus alrededores se encuentran en Eminönü, activo barrio comercial que aún mantiene algunas de las viejas murallas de la acorazada Constantinopla, esa ciudad que pareció invencible en la Edad Media. Hoy, el barrio sintetiza la modernidad y las tradiciones y, precisamente entre éstas, parece imposible pasar por alto los típicos bazares turcos.
Entre ellos, quizás el Misir Çarsısı sea el más popular. Atraídos por su mixtura única de aromas y productos, miles de viajeros recalan todos los años en él buscando aquella pequeña excentricidad -comestible o no- que los haga sentir únicos. Aquí, en el extremo sur del Puente Galata, el bullicio de taxis y autobuses se cambia muy pronto por otro bullicio: el de vendedores y compradores que intercambian dinero, objetos y muchas palabras improvisadas para la negociación.
Lo que se puede encontrar son las hierbas y especias; variedades de azafrán, cilantro, salvia y canela de las que quizás no habíamos oído hablar. Algo similar ocurre con las flores y los tés, los quesos tradicionales y el pastrami. En medio de todo esto, es posible degustar toda clase de higos deshidratados y, cómo no, los Lokum (dulces típicos de Turquía).