En el país de las vacas, La Cabrera se posicionó como una parrilla de culto, de las mejores de la ciudad. No se trata de una parrilla tradicional, Gastón Riveira, su creador, la define como “bien porteña”. Aquí se encuentran las mejores carnes de argentina, excelentes vinos y una selección de guarniciones, especialmente elaboradas para cada plato y servidas en pequeñas cazuelas. La marca de La Cabrera define la diferencia. Ahora, grupo CINBERSOL, Alberto Cinta, Sergio Berger y Eduardo Solorzano, el exitosísimo grupo restaurantero, abre sus puertas en CDMX con todo el sabor de este tradicional restaurante argentino.
Gastón Riveira eligió abrirla en una fecha incendiaria, marzo de 2002, momento difícil de la Argentina. Sin embargo, la jugada fue exitosa: al primitivo local, una típica esquina porteña del barrio de Palermo, de calle empedrada, le sumó otro espacio: La Cabrera Norte, en la siguiente cuadra y, por último, a metros de la casa madre: La Cabrera Boutique. Con esfuerzo, a través de franquicias, pasó las fronteras, los fuegos de La Cabrera de Asunción (Paraguay), Lima (Perú), Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) Manila (Filipinas), Río de Janeiro (Brasil), Ciudad de México (México) ya están encendidos. Con mucho ingenio, Gastón logró innovar en un rubro, el restaurante de parrilla, y consiguió ubicarse en el 2016 por cuarta vez consecutiva en la lista de los 50 Mejores Restaurantes de América Latina (Latin America´s 50 Best Restaurants) organizada por la revista inglesa Restaurant, en el puesto 33. En el 2015 logró el puesto 19, en el 2014, el puesto número 22 y en el 2013, la posición 17.
La Cabrera no es sólo una parrilla más. Aquí, además de comer, y muy bien, la intención es que aquellos que vayan, argentinos y turistas, puedan vivir una experiencia. Los porteños se identifican, los extranjeros se sorprenden. Cada uno de los detalles de La Cabrera fue pensado minuciosamente. Los que llegan saben que podrán suavizar las esperas con una copa de espumante y una picada. Al ingresar, serán ubicados en alguno de los diferentes salones, decorados con objetos, muchos de ellos recuerdos personales del dueño de casa. Entre trenes, globos aerostáticos, sombreros y carteles, sobresalen las vacas, las verdaderas protagonistas. Algunas tienen efectos especiales para apreciar los cortes señalizados y tener idea, de forma didáctica, de lo que se come. Otras son creaciones artísticas, todas representan la especialidad de la casa.
Ya en la mesa, en pocos minutos, es posible elegir los platos de la carta. Detrás de escena, el cuidado es intensivo: desde la selección de la mejor materia prima de la temporada y su tratamiento, en un marco de higiene, hasta el respeto de los puntos de cocción adecuados. La configuración del equipo de trabajo fue esencial para lograr el éxito. La formación del personal es continua: todos participan en la escuelita La Cabrera donde aprenden técnicas de servicio, cocción e idiomas.
Cada etapa, desde la entrada al local, hasta los clásicos chupetines que endulzan la despedida, conforman los diversos eslabones de la experiencia La Cabrera: una parrilla porteña para disfrutar en compañía.
Durante el opening del cual recibimos invitación por nuestra querida Carmen Escalante, PR del restaurante, el ambiente fue extraordinario y lleno de amigos con quienes departimos en una noche llena de delicias.
Gastón no responde al perfil de un parrillero clásico, se lo puede definir como un verdadero chef: selecciona la mercadería, saca costos, prueba cada plato e investiga tendencias. Está en cada uno de los detalles, es un empresario todo terreno. Su destino era ser abogado, pero desde chico le gustaba la cocina, vocación que nació del contacto con sus abuelos. Para alejarlo de los fuegos, el padre le pidió al dueño de un restaurante en Recoleta, que en el verano le dé trabajo lavando platos, para que se aburra. Fue un error, Gastón con un ojo lavaba y con el otro, se pegaba al parrillero. Al terminar el colegio secundario, decidió dedicarse a lo que quería: estudiar cocina. Ingresó en la escuela de Alicia Berger y paralelamente trabajó en diferentes restaurantes y hoteles, luego viajó a Europa, estudió en Lenotre, Francia, e hizo stages en Italia, Londres y en San Pablo, junto a Alex Atala, en Brasil.
Cuando sintió que era hora de tener su propio espacio, se inclinó por la carne, “el ingrediente nacional, lo que le gusta a todos”. Para crear el nuevo concepto en parrilla que tenía en mente, debió sumar a lo aprendido en la vida, el oficio de chef: “quería que el mío fuese un lugar impecable en el que todo el mundo comiese bien y lo pasase mejor. Sabía que para que funcione tenía que contar con un buen equipo y yo, estar presente, porque un restaurante no se puede manejar a control remoto.”
Así nació La Cabrera, una parrilla diferente. Pasaron los años, su sueño se hizo realidad y fue un éxito. Hoy, además, suma la permanente búsqueda de calidad, el ingrediente de temporada, lo que mejor ofrezca el mercado. En cada detalle aún se aprecia la presencia de Gastón, porque según sus propias.