Dramaturgo, novelista, escritor y maestro italiano, Luigi Pirandello fue ganador del Premio Nobel de Literatura (1934) y considerado el autor teatral más importante de la Italia del periodo de entreguerras.
Murió en Roma el 10 de diciembre de 1936, dejando obras trascendentales como «La excluida» (1901), «Los viejos y los jóvenes» (1917), «El placer de la honestidad» (1917), «El juego de roles» (1918), «El hombre, la bestia y la virtud» (1919) o «Seis personajes en busca de autor» (1921)».
Para recordarlo, te compartimos algunas de las frases que lo inmortalizaron
«Cuando no nos resignamos, vienen las veleidades. Una mujer que quiere ser hombre…, un viejo que quiere ser joven… ¡Nadie de nosotros miente o finge…!No hay que decir que todos nos hemos hecho de buena fe un buen concepto de nosotros mismos.
«Las mujeres, como los sueños, no son nunca como las deseamos».
«Creemos que es posible entendernos, ¡Pero no nos entendemos nunca!»
«Todos los locos están siempre armados de una continua desconfianza».
«¿Y no quieres comprender que tu conciencia significa «los demás dentro de ti»?
«Ser educado quiere decir ser, por dentro, negro como el cuervo, por fuera, blanco como una paloma; en el cuerpo, hiel; en los labios, miel».
«A veces también tengo miedo de mi sangre, que late en las arterias como, en el silencio de la noche, un confuso ruido de pasos en habitaciones lejanas…»
«Y hacía imposible aquella venganza que, por lo menos, podía tomar de improviso contra los otros. Un ángel, para una mujer, es siempre más irritante que una bestia».
«Muchas veces los más grandes pecadores, señor marqués, llegan a ser los santos más excelsos».
«¿A quién se le puede imputar? ¿A la intención, verdad? No al hecho. Si no has tenido intención…Claro que queda el hecho. Pero, a pesar de ello, no es más que una desgracia».
«¿Sabe usted lo que significa «amar a la humanidad»? Significa solamente esto: «estar contentos de nosotros mismos». Cuando uno está contento de sí mismo, «ama a la humanidad».
«Pero a un personaje no se le da vida en vano. Criaturas de mi espíritu, aquellos seis vivían ya una vida que era la suya propia, que había dejado de ser una vida que ya no estaba en mi poder negársela».
«¿Por qué —me dije— no presento este novísimo caso de un autor que se niega a dar vida a algunos de sus personajes, nacidos vivos en su fantasía, y el caso de estos personajes que, teniendo infusa ya en ellos la vida, no se resignan a permanecer excluidos del mundo del arte?».
«El hombre experimenta una instintiva gratitud hacia la mujer que, sacrificando un poco de su pudor, demuestra querer gustar a uno solo, desafiando la malignidad de los demás; pero no puede sufrir que después esta mujer ofenda a otra que demuestra sentir por él cierta simpatía».
«¡Ah, sí! Es preciso entender esta especial psicología de los locos, por la cual, fíjese, se puede estar incluso seguro de que un loco nota, puede notar perfectamente un disfraz delante de él, y tenerlo por tal; y, sí, señores, sin embargo, creer en él; igual que hacen los niños, para los cuales es a la vez juego y realidad».
«Llevamos todos por dentro un mundo de cosas, en cada uno el suyo propio. ¿Cómo es posible que nos entendamos, señor, si en las palabras que yo digo incluyo el sentido y el valor de las cosas tal como yo las considero, mientras quien lo escucha, las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para él, de acuerdo al mundo que lleva en su interior?»
«A uno que finge, como un comediante, por ejemplo, que finge un papel, de rey, digamos, cuando no es sino un pobre andrajoso; u otro papel cualquiera. ¿Qué mal hay en ello? ¡Ninguno! ¡El deber! ¡La profesión! ¿Cuándo está mal, en cambio? Cuando no se es hipócrita por deber, por profesión, sino por gusto, por perversidad, por engaño, por costumbre…O incluso por educación…»