Desde muy pequeña tuve una gran inclinación por el mobiliario. Pasaba largas horas jugando en los sillones de la sala, al mismo tiempo que imaginaba texturas y colores que rodeaban las excéntricas siluetas de los antiguos muebles del Porfiriato que habitaban en mi hogar. Muebles de por si cargados de flujo ideológico proveniente de Francia. Muebles que ya en mi niñez estaban más allá de la incorporación al progreso y la modernidad. Muebles que ya habían asimilado costumbres, modo de vida y valores sociales que requería la Ciudad de México en la búsqueda de su imagen cosmopolita.
Así, cuando terminé de estudiar Diseño y Decoración de Interiores, me encontré muy feliz y contenta rodeando mi entorno con mobiliario y objetos decorativos de diferentes épocas y estilos, pero sobre todo, cargados de historia.
Durante años he trabajado en convertir muebles usados en piezas espléndidas y confortables, con el objetivo de sacar de ellos el espíritu propio para adquirir una presencia única, de modo que conviertan el espacio donde serán colocados en un lugar con personalidad y luz propia.
Al momento de ver una pieza encuentro su carácter y, con imaginación y creatividad, puedo reconocer su potencial. El paso siguiente es rediseñar y ayudar al mueble a encontrar su esencia, dándole la oportunidad de renacer y convertirse en una pieza única con carácter nuevo y personalidad.
Hoy, mi relación con las piezas es instantánea, es como un amor a primera vista, una especie de instinto que me motiva a querer tenerla, transformarla y revivirla.
Podemos hablar de muchas razones por las cuales desde hace unos años está en boga el revitalizar al mueble, pasando desde la consciencia ecológica hasta el reparo económico, pero desde luego mi intención primordial es que el usuario final se identifique con los muebles para así disfrutarlos y vivirlos, pero más aún, que el usuario y yo nos identifiquemos a través del gusto por el mueble creando así un canal de comunicación para lograr al final que el cliente se proyecte en la pieza y el entorno a habitar.
Las posibilidades de revivir cada pieza son infinitas, sin importar las condiciones en que esta se encuentre. Los muebles, como las personas mismas, se van deteriorando en su ajetreo diario, así como los valores que nos fueron inculcados se van volviendo obsoletos y, aunque ya no funcionen así en estos tiempos, conservan sus vivencias calladas, marcadas por su uso y el paso del tiempo. Creo que los muebles representan añoranzas de lo que vivimos, dejamos atrás, pensamos, perdimos o simplemente dejamos pasar. El mueble es esa calidez antigua de ciertos valores perdidos que hoy embonan en nuestro estilo de vida. Al rescatar una pieza, la hago vívida y moderna como su entorno, transformándola así, en una pieza única e importante para el espacio a decorar y para el usuario final, ya que se convierte en una pieza que nadie encontrará jamás en ningún otro lugar.
La recuperación del mobiliario viejo o antiguo es el resguardo para las generaciones venideras, ya que cada pieza por si misma tiene una y mil historias que contar.
Erika Winters
Soy interiorista, decoradora y restauradora de mobiliario, durante 20 años mi pasión por el trabajo me ha llevado a enriquecer la vida cotidiana con un diseño interior atemporal, sofisticado y chic. En la restauración de mobiliario he encontrado una forma de expresar mi sentir y mi pensar.
Busco crear ambientes desahogados y serenos en lugares urbanos, pues considero que los espacios deben ser personales, prácticos y funcionales.
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