La inmediatez de la información nos trae las últimas noticias: que el suizo Roger Federer derrotó a su compatriota Stanislas Wawrinka y pasó a semifinales del Abierto de Wimbledon.
Sin embargo, poco es lo que sabemos del suburbio de Wimbledon, que es mucho más que la localización del torneo más antiguo y prestigioso del tenis internacional.
Ubicado al suroeste de Londres, está divido en dos secciones particularmente reconocibles. El pueblo forma parte de la villa medieval original, mientras que la ciudad ofrece un aspecto moderno tras la construcción del ferrocarril, en el año 1838.
Uno de los atractivos de Wimbledon es el teatro que lleva su nombre, inaugurado en 1910 y diseñado por Roy Young y Cecil Aubrey Massey.
Durante las guerras mundiales cumplió con la misión de ofrecer espectáculos de motivación para la población, contando en la actualidad con 1,700 butacas repartidas en tres niveles.
Otro paseo obligado es la visita al Museo del tenis, creado en 1977 para conmemorar el centenario del Wimbledon Lawn Tennis.
El lugar exhibe objetos que datan de 1,555, ofreciendo los más modernos adelantos tecnológicos, como una sala de cine en donde se proyecta diversas películas relacionadas al tenis.
También destaca la CC360, una plataforma de observación para que los visitantes experimenten la pista central, y computadoras de pantalla táctil que ofrecen información en diferentes idiomas, entre los que se incluye el alemán, el español, el francés, el inglés, el mandarín y el japonés.
La principal arteria de Wimbledon es la calle High, un paraíso para los amantes de la comida orgánica, una de las tantas variantes gastronómicas de la zona.
Allí se encuentran algunos de los restaurantes más refinados de la región, como el Café Rouge o el restaurante Strada.
Si eres un sibarita, no puedes dejar de probar las típicas fresas con crema inglesas, que son traídas diariamente desde el Condado de Kent.