Cuando bajan las temperaturas, el cutis se lastima porque producimos menos grasa, lo que deja la piel más desprotegida y, además, se pierde la capacidad para retener el agua que contiene.
Una de las características del clima invernal es la disminución de la humedad ambiental. El aire está más seco. Y por tanto, roba agua de donde puede, incluida la piel.
Para evitarlo, hay que seguir los siguientes pasos:
1-Conviene usar jabones muy emolientes y engrasantes, como los usados para pieles atópicas o con graves problemas de sequedad.
2-Hay que reducir el número y duración de los baños al mínimo. Evita pasar mucho tiempo en el agua, y opta mejor por duchas cortas.
3-Tras la ducha, y con la piel aún húmeda, cúbrete con una crema muy rica y oclusiva, para sellar el agua a la piel.
4-Si habitas en una zona de clima seco, recurre a humidificadores. No hace falta gastarse mucho dinero: un buen truco de toda la vida consiste en aplicar recipientes con agua junto a los radiadores para que se evapore y “empape” el aire.