Fragmentos de los discursos de Nelson Mandela que impactaron al mundo entero y que quedarán en la memoria de los pueblos en la lucha de libertad y democracia.
La lucha es mi vida 26 de junio 1961
Tengo que separarme de mi querida esposa y mis hijos, de mi madre y mis hermanas, vivir como un paria en mi propia tierra. He tenido que cerrar mi negocio, abandonar mi profesión y vivir en la pobreza y la miseria, como lo hacen muchos de mis compatriotas…. Lucharé contra el gobierno junto a ustedes, pulgada a pulgada y milla a milla, hasta que logremos la victoria. ¿Qué harán ustedes? ¿Se nos sumarán o van a cooperar con el gobierno en sus esfuerzos por reprimir las reivindicaciones y las aspiraciones de nuestro propio pueblo? ¿Van a quedarse callados y neutrales en una cuestión de vida o muerte para mi pueblo, para nuestro pueblo? Por mi parte, ya he hecho mi elección. No abandonaré Sudáfrica no me rendiré. Solo con penurias, sacrificio y acción militante se puede conquistar la libertad. La lucha es mi vida. Seguiré luchando por la libertad hasta el fin de mis días.
Pretoria 15 de octubre a 7 de noviembre 1962
Odio la práctica de la discriminación racial, y en mi odio me siento apoyado por el hecho de que la inmensa mayoría de la humanidad lo odia de la misma manera. Odio que se inculque sistemáticamente a los niños el prejuicio basado en el color y me siento apoyado en ese odio por el hecho de que la inmensa mayoría de la humanidad, aquí y en el exterior, coinciden con mi manera de pensar. Odio la arrogancia racial que decreta que las cosas buenas de la vida deben seguir siendo derecho exclusivo de una minoría de la población y que reduce a la mayoría de la población a una condición de servilismo e inferioridad y la mantiene como rebaño desprovisto que trabaja donde le mandan y se comportan como le dice que debe hacerlo la minoría gobernante. Me siento apoyado en ese odio por el hecho de que la inmensa mayoría de la humanidad tanto en este país como en el exterior comparte mi manera de pensar.
Pretoria 20 de abril de 1964
Toda mi vida la he dedicado a esta lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. Atesoro en mi corazón el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
A la salida de la cárcel, Ciudad del Cabo (Sudáfrica) 11 de febrero de 1990
Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino. El sufragio universal que es la función común de los votantes en una Sudáfrica unida, democrática y no racial es el único camino hacia la paz y la armonía racial.
Discurso en el Comité Especial de las Naciones Unidas contra el Apartheid, 22 de junio 1990.
Ya no nos queda mucha distancia por recorrer. Recorramos esa distancia juntos. Reivindiquemos, con nuestras acciones comunes los propósitos por los que se estableció esta Organización y creemos una situación por la cual su Carta y la Declaración Universal de Derechos Humanos pasen a formar parte del conjunto de leyes en las que se basará el orden político y social de una nueva Sudáfrica. Nuestra victoria común estará asegurada.
Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, 3 de octubre 1994.
En todo lo que hagamos tenemos que asegurar la cicatrización de las heridas que se infligieron a todo nuestro pueblo a través de la gran línea divisoria impuesta a nuestra sociedad por siglos de colonialismo y apartheid. Debemos garantizar que el color, la raza y el género sean sólo un don dado por Dios a cada uno de nosotros y no una marca o un atributo indeleble que otorgue a algunos una condición especial.
Debemos trabajar para que llegue el día en que nosotros, como sudafricanos, nos veamos y actuemos recíprocamente como seres humanos en pie de igualdad y como parte de una nación unida y no desgarrada por su diversidad.
El camino que tendremos que recorrer para llegar a ese destino no será fácil. Todos sabemos con qué empecinamiento el racismo puede aferrarse a la mente y con qué profundidad puede infectar el alma humana. Cuando está sostenido por el orden racial del mundo material, como fue en nuestro país, ese empecinamiento puede multiplicarse 100 veces.
Sin embargo, por dura que pueda ser esta batalla, no nos rendiremos. Sea cual fuere el tiempo que demande, no cejaremos. El hecho de que el racismo degrada tanto al perpetrador como a la víctima nos exige que, para ser leales a nuestro compromiso de proteger la dignidad humana, luchemos hasta lograr la victoria.
Durban en Sudáfrica, 16 de abril 1999
Como pueblo amante de la paz, queremos que nuestro país prospere y preste servicios básicos para todos. Porque nuestra libertad nunca será completa ni nuestra democracia estable a menos que se atiendan las necesidades básicas de nuestro pueblo. Hemos visto la estabilidad que viene con el desarrollo. Y a la vez sabemos que la paz es el arma más poderosa que cualquier comunidad o nación puede tener para el desarrollo.
A medida que reconstruimos el país, mantendremos nuestra vigilancia contra los enemigos del desarrollo y la democracia, aunque se encuentren en nuestras propias filas. La violencia no nos acercará a nuestros objetivos.
Todos debemos preguntarnos ¿he hecho todo lo que está a mi alcance para lograr una paz y una prosperidad perdurables en mi ciudad y mi país?
Durban en Sudáfrica, 21 de septiembre de 1998
Nací cuando terminaba la primera guerra mundial, y dejo la vida pública cuando el mundo celebra el cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. He llegado al punto del largo camino en que se me otorga la oportunidad —como debería ser para todos los hombres y mujeres— de retirarme a descansar y a vivir tranquilo en la aldea donde nací.
Sentado en Qunu, mi aldea, y al hacerme viejo, como sus colinas, seguiré abrigando la esperanza de que en mi propio país y en mi propia región, en mi continente y en el mundo, surja un grupo de líderes que no permita que a nadie se le niegue la libertad, como a nosotros; que a nadie se le convierta en refugiado, como a nosotros; que a nadie se le condene a pasar hambre, como a nosotros; que a nadie se le prive de su dignidad humana, como a nosotros.
Seguiré esperando que el renacimiento de África eche raíces profundas y florezca para siempre, sin tener en cuenta el cambio de las estaciones.
Si todas estas esperanzas se pueden traducir en un sueño realizable y no en una pesadilla que atormente las almas de los viejos, entonces tendré paz y tranquilidad, entonces la historia y los miles de millones en todo el mundo proclamarán que valió la pena soñar y esforzarse por dar vida a un sueño realizable.
Nueva Delhi, 31 de enero 2004.
La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de raza, color, credo, religión, sexo, clase, casta o cualquier otra característica social que nos distinga. La religión, las características étnicas, el idioma y las prácticas sociales y culturales son elementos que enriquecen la civilización humana, que se suman a la riqueza de nuestra diversidad. ¿Por qué dejar que se conviertan en causa de división y de violencia? Estaríamos degradando nuestra humanidad común, si permitimos que eso ocurra.
Bothaville, Sudáfrica, 14 de octubre de 1998
Cuando decimos que las mejores soluciones para estos problemas solo se pueden hallar cuando trabajamos coordinadamente, lo que requiere un compromiso de todos y cada uno de nosotros. Hoy deberíamos preguntarnos: ¿Qué he hecho para mejorar el entorno en el que vivo? ¿Estoy ensuciando o protegiendo mi entorno? ¿Promuevo el odio racial o la paz y la reconciliación? ¿Compro objetos robados o ayudo a combatir el delito? ¿Pago mis deudas o hago trampa con los impuestos, el pago de los servicios y las licencias? ¿Espero a que todo me lo pongan en la mano o trabajo con los concejales de mi localidad para crear una vida mejor para mí y para mi comunidad?
Concierto Live 8, Johannesburgo, Sudáfrica, 2 de julio de 2005
La pobreza masiva y la repugnante desigualdad son terribles flagelos de nuestros tiempos, tiempos en que el mundo alardea de adelantos impresionantes en ciencia y tecnología, en la industria y la acumulación de riquezas.
Vivimos en un mundo en el que los conocimientos y la información han avanzado a pasos agigantados, sin embargo millones de niños no van a la escuela. Vivimos en un mundo en el que la pandemia del SIDA pone en peligro el entramado mismo de nuestras vidas. Pero gastamos más dinero en armas que en garantizar el tratamiento y el apoyo para millones de personas infectadas con VIH. Es un mundo de grandes promesas y esperanzas. Pero también es un mundo de desesperanza, enfermedad y hambre.