El diseñador de joyas Theo Fennell es, según el diario británico The Telegraph, el nombre para el valioso puesto de joyero real vacante desde que Harry Collins dejara el cargo.
En la calle de Fulham Road, en el centro de Londres, en el primer piso, se encuentra su taller donde una docena de artesanos trabaja en piezas únicas. Algunos de los anillos y broches llevan oro, piedras preciosas, pequeños trozos de leyenda y horas del mejor trabajo artesanal. Al frente se encuentra Fennell, el artífice de esta fantasía fundada en 1982 y uno de los más imaginativos y reconocidos joyeros británicos.
«La inspiración viene de todas partes y de ninguna en concreto. Tengo los ojos, los oídos y la mente abiertos; y dibujo donde quiera que me encuentre cuando algo toca mi sensibilidad. La música puede resultar tan importante como los estímulos visuales. Hay tantas y tantas cosas interesantes que el problema es editar la inspiración, no encontrarla», explica.
Fennell fue el primero en llevar a la alta joyería las cruces, las espadas, las calaveras. La buena joyería debe estar hecha con amor, originalidad y excepcionalidad, realizada por artesanos y concebida para durar para siempre. Toda la experiencia humana debe estar en ella, nos aclara.
«Odio la idea de que la alta joyería se produzca en masa y que sus buenas ventas se deban más al triunfo del marketing que a su originalidad y calidad. Las firmas han prostituido buena parte de lo que éramos. En ese sentido, se me puede considerar un joyero rebelde, sí, pero, afortunadamente, cada vez hay más personas que quieren salirse del rebaño, de la masa», explica.
Fennell no cree los límites. Ha realizado piezas con meteoritos, con las cortinas de terciopelo rojo del teatro Old Vic, con trozos del muro de Berlín, con arena de la playa de Omaha en Normandía. Desde hace años se siente atraído por los anillos secretos, empleados desde tiempo inmemorial en diversas culturas por razones diversas.
En la pasada Masterpiece Fair de Londres presentó novedades que, sin duda, no pasaron desapercibidas. Por ejemplo, anillos que invitan literalmente a hacerse minúsculo y pasear por sus interiores; y que reflejan el virtuosismo y el amor al detalle de sus artesanos. Algunas de sus piezas evocan y recrean temas históricos como las pirámides, los jardines asiáticos o los castillos medievales. Muchas de ellas requieren más de 400 horas de trabajo de ocho artesanos con especialidades diferentes. Al más puro estilo Fabergé, algunas llevan mecanismos ocultos y guardan extraordinarias sorpresas.
También, ha desarrollado una interesante colección de joyas en plata llamada Alias, con un tipo de clientela joven y diferente que no puede permitirse las piezas de oro.
Vinculado al Royal College of Art, donde imparte clases magistrales y preside el jurado de los premios a los mejores estudiantes, confiesa que le gusta estar en contacto con ellos.
Más info: www.theofennell.com