La escritora Guadalupe Loaeza publica un texto en el blog de la Secretaria de Turismo del DF en el que plasma sus vivencias en el barrio de Polanco.
Loaeza famosa por sus crónicas y vivencias escritas de manera única describe cómo fue su encuentro con esta famosa zona residencial y punto de referencia de moda y estilo.
La escritora viaja al pasado del barrio de Polanco, que recuerda como aquel punto de encentro de filósofos, poetas y escritores.
En este paseo por el tiempo, Guadalupe Loaeza describe cómo vivió el Polanco de niña “Aquel tiempo en que yo era una niña de la colonia Cuauhtémoc que soñaba con Polanco. Desde allí, parecía que se veían los volcanes, que la luna y el sol brillaban más, que el sabor de los helados duraba el doble, que se podían comprar más cosas con el mismo dinero, que la gente que tenía el privilegio de vivir allí era más feliz, más ordenada, más educada y andaba mejor vestida. Que en Polanco todo el mundo estaba contento, que los pobres ganaban la lotería y que los ricos llenaban sus casas con alcatraces pintados de gis de todos colores.”
En el texto la escritora recuerda sus visitas a su hermana recién casa que vivía en Polanco. En éste describe al barrio como “elegante, sofisticado, exclusivo, diferente, pero sobre todo, residencial”.
“Todas las casas parecían como las de Pepe del Salto (el niño rico de la Pequeña Lulú). Adentro imaginaba salines, mayordomos, candiles y numerosos cuartos de televisión que se continuaban hasta el infinito” afirma en el texto.
El barrio de Polanco es de grandes momentos para Guadalupe Loaeza, en éste la escritora vio su primera película para adolescentes en el famoso Cine Polanco.
Se dio su primer beso con su novio “Pepe” en el estacionamiento del Club Mundet y Ofelia fue su primera amiga rica que vivía en Polanco, además la primera vez que patinó en hielo en México lo hizo en donde ahora esta el Liverpool de Polanco y recuerda con mucho cariño las famosas hamburguesas y papas fritas de Klein´s.
Guadalupe Loaeza recuerda aquel contacto con el lujo adinerado de su vista a la casa de un ex político: “Estaba sobre Presidente Masaryk. Recuerdo que me impresionó mucho. «Solamente en Polanco se puede concebir una casa así», me decía, mientras visitaba el frontón, el baño de vapor, la biblioteca, los vestidores, los salones de juego, decenas de recámaras, planchadores y jardines. Tenía hasta un auténtico sillón de peluquería. El marco de las ventanas y de las puertas parecía elaborado por un extraordinario pastelero de Sanborns. «Es que éste es el estilo californiano», me explicaba orgullosísima mi amiga, quien era nieta de los dueños y también vivía en Polanco. En el garage había como siete coches. Todos se veían recién encerados y larguísimos. Había un Oldsmobile, un Pontiac, un Packard, un Studebaker, un Thunderbird, un Cadillac y un Opel. ¿Tienen su propio chofer todos estos coches?», le pregunte, intrigada, a mi amiga. «No sé, a lo mejor sí», me dijo arreglándose las crinolinas llenas de campanitas”.