Durante la Edad Moderna, periodo de la historia que transcurre desde mediados del siglo XV a finales del siglo XVIII, Dinamarca fue el país más poderoso de Escandinavia. En conflicto bélico continuo con Suecia, no sorprende encontrar en el país alguno que otro castillo, especialmente en la región del Oresund, entre los que destaca el de Frederiksborg, en Hillerod, ubicado a una hora de Copenhague en tren y que asombra a quien lo visita por sus similitudes con los grandes palacios europeos, como Versalles o el Palacio Real de Madrid, aunque con una arquitectura más renacentista.
Frederiksberg fue construido por Cristiano IV en 1602, sobre un castillo ya existente, alzado un siglo antes por Cristiano II. Este castillo es uno de los más inmensos del norte de Europa, el cual se edificó sobre tres pequeñas islas situadas en un lago, lo que obliga acercarse a él en pequeñas barcas y, luego, cruzar alguno de sus pequeños puentes de acceso.
Su interior es una mezcla del Renacimiento, Barroco, Neoclásico. Cuenta con un extraordinario patio de armas, una capilla en la que se guardan los escudos de armas de todos los caballeros daneses, así como un salón de baile que poco tiene que envidiar a los de Viena y unos jardines versallescos en los que es imposible no relajarse mientras se pasea o se hace un picnic.
Tras un incendio terrible en el siglo XIX, esta residencia real dejó de utilizarse. Gracias a la labor filantrópica de J.C. Jacobsen, fundador de la firma cervecera Carlsberg, este castillo se reconstruyó prácticamente todo siguiendo los planos originales y se decidió convertirlo en un museo sobre la historia de Dinamarca y su monarquía.
Sus salas interiores se encuentran repletas de cuadros costumbristas y de pasajes históricos que el visitante va explorando durante las dos horas que dura la visita. Indudablemente, un must que debe conocer si visita Dinamarca en sus próximas vacaciones.
Entrada gratuita con la Copenhagen Card.