El puerto alemán de Hamburgo se reconoce como un centro de tendencias, con el auditorio de Herzog & De Meuron como un icono cuando se abra en 2014. La segunda ciudad de Alemania es el tercer puerto de Europa; lo curioso es que el mar queda a 110 kilómetros. El río Elba junto con el Alster, suple la ausencia del mar.
En canto llegues a la ciudad conviene comprar la Hamburg Card (8,90 euros un día, 20,50 tres días) o tomar una bici (el sistema StadtRAD brinda más de mil bicicletas en 72 puntos, y se pueden alquilar mediante el celular).
Una vez que tengas tu bici o tu tarjeta de transporte debes dirigirte a la Speicherstadt, “la ciudad de las especias” que creció ladrillo a ladrillo, entre 1888 y 1927, en canales del Elba. La actividad en muelles y almacenes con productos de ultramar obligó a crear, al fondo de ese barrio, otro dedicado a oficinas (Kontorviertel). Una de las pioneras fue la Casa Chile, que el arquitecto Fritz Höger levantó en 1922 para un comerciante de nitratos. El macizo edificio de ladrillo negruzco es obra capital del expresionismo alemán. Uno de los frentes recuerda la proa de un barco (y algunos lo consideran eco del edificio Flatiron de Nueva York). Ahora aloja oficinas y apartamentos, restaurantes, galerías de arte y la sede local del Instituto Cervantes. Para completar la visión marítimo-comercial se puede pasear por canales y muelles, o entrar en museos temáticos cercanos, como el de Aduanas o el Museo Marítimo.
La prolongación natural de ese barrio viejo es la nueva Hafen City. Un proyecto colosal que arrancó en 2000 y no se completará hasta 2025. Se trata de crear en antiguos terrenos portuarios una ciudad del futuro, en la que están interviniendo arquitectos como Richard Meier o Dietmar Feichtinger. El plano de Hamburgo crecerá así hasta un 40%. Los hamburgueses ya han tomado posesión de las calles y plazas terminadas (Magellan y Marco PoloTerrassen). La Elbphilharmonie es un edificio aéreo que se ve desde todo el barrio y está llamado a convertirse en el icono de la ciudad.
Como recordarán, la segunda guerra mundial destruyó la casa de Johannes Brahms, en Speckstrasse. Cerca de allí se dispuso en 1969 un pequeño Museo Brahms que alberga fotos, recuerdos, partituras y que se ha vuelto muy exitoso que, gracias a ello al lado mismo, abrieron en 2011 otra casa dedicada a Teleman, quien pasó en Hamburgo los últimos 46 años de su vida. Ambas casas se encuentran en la breve Peterstrasse, una de las calles más lindas de Hamburgo.
La Fundación Carl-Toepfer quiere convertirla en la Komponistenmeile (milla de compositores) y abrir en breve otras cuatro casas dedicadas a Carl Philip Emanuel Bach (vecino que en vida fue tan estimado como su padre), a Felix Mendelssohn y a su hermana Fanny, ambos nacidos a escasas manzanas (los críticos consideran ahora a Fanny con un talento a la altura del de su hermano) y a Gustav Mahler, director por un tiempo de la orquesta de la ciudad. La afición musical no se ciñe a lo clásico, Hamburgo es conocida como “la ciudad de los musicales”.
Los canales del Alster nos llevan a la ciudad vieja, allí donde se encuentran el Ayuntamiento neorrenacentista, las iglesias de St. Petri y St. Jakobi y las Alster Arkaden (pórticos) o el Jungfernstieg, el muelle-ágora a orillas del Alster donde paseas entre terrazas, paseantes, skaters, piragüistas, barcos de recreo por dos “lagos” o represas del río, Binnenalster y Aussenalster (Alster interior y exterior). Por allí se ubican tiendas y locales elegantes, la Hauptbanhof (estación central) y la muy recomendable Kunsthalle, que reparte sus colecciones artísticas en tres edificios contiguos. También algunos de los mejores hoteles y restaurantes. Un sitio chic para comer: Café Paris (Rathausstrasse, 4); en Hafen City: Carls Bistro (Kaiserkai, 69) y Chilli Club (Sandtorkai, 54).
Cada barrio hamburgués es totalmente distinto, algunos alejados, como Ballinstadt, aguas arriba del Elba, donde se abrió hace un par de años un fascinante museo sobre los cinco millones de emigrantes alemanes que, entre 1850 y 1939, salieron de este puerto y llevaron al Nuevo Mundo inventos como la hamburguesa, los Levi’s o el kétchup Heinz. Por el lado opuesto, aguas abajo del río, Altona, es el barrio creativo, con estación propia de tren y museo de barrio, además de un Ayuntamiento y casas patricias. El barrio de Sternschanze, antes lleno de portugueses, está tomado por diseñadores y gente interesante, como el mediático cocinero Tim Mälzer, que ha abierto en un antiguo matadero un restaurante de moda, Bullerei, y un café, Deli, (Lagerstrasse, 34).
Contiguo con “Schanze” y Altona, St. Pauli es un barrio que tiene como estigma de ser el barrio rojo, y aunque ya no es así, todavía sigue existiendo una calle, la Herbertstrasse, con escaparates de chicas. Pero en la calle principal, Reeperbahn, las sex shops conviven ahora con bares y restaurantes llenos de turistas. Otro barrio noctámbulo es St. Georg, cerca de la Hauptbahnhof, antes ocupado por emigrantes turcos y ahora tomado por el ambiente gay. Su eje, Lange Reihe, está repleto de bares y cafés, como Westerwind, donde se puede cenar bien. En St. Pauli, un lugar espectacular para cenar o tomar copas es East (Simon-von-Utrecht-Strasse, 31). Y para dormir, el nuevo Barceló Hamburg (Ferdinandstrasse, 15) combina elegancia con trato personal y precios acordes.