Los amantes de la música clásica se congregan cada verano en el Festival de Herrenchiemsee, lugar que queda entre Múnich y Salzburgo. Del 17 al 29 de julio, los músicos invocan a Wagner con sus instrumentos, ya que como cuenta la historia este Versalles bávaro, construido en una isla del lago Chiemsee, fue ideado por Ludwig II (1845-1886), mecenas y apoderado de Richard Wagner. La pequeña isla donde se aloja este hermoso Palacio se encuentra en el sureste de Alemania.
El Palacio Real de Herrenchiemsee es mucho más antiguo que la propia dinastía de sus habitantes. Su nombre, que se traduce como ‘isla de los caballeros’, hace referencia a sus más de 1.500 años de tradición monástica. No hay otro lugar tan bello en Alemania, ni con tanta fascinación.
Al visitante le impresiona el contraste entre la naturaleza salvaje, que se abre paso por el lago y entre las montañas, y los jardines perfectamente en armonía que rodean los edificios. Además, en el interior del Palacio Real, la música adquiere una nueva dimensión, una acústica muy particular debido a la bóveda de cañón del Salón de los Espejos. Todo parece como salido de un sueño», explica Enoch zu Guttenberg, fundador y director artístico del festival.
El lema del evento es la música de las palabras y trata de indagar en la interrelación de ambas disciplinas. «Aunque la fama artística de Ludwig II es fundamentalmente musical, lo cierto es que fue un lector empedernido», prosigue Zu Guttenberg. Los 13 conciertos del programa están articulados en cuatro obras: L’Orfeo de Monteverdi (que dirigirá, en versión de concierto, Andrew Parrott); el Réquiem alemán de Brahms (con Ljubka Biagioni en el podio); El paraíso y la peri de Schumann y la Novena sinfonía de Beethoven (de las que se ocupará Guttenberg en calidad de maestro).
En cada una de estas cuatro piezas la palabra está sublimada a través del sonido. Monteverdi inventa la ópera con L’Orfeo, Brahms hace una interpretación muy particular del Antiguo Testamento, Schumann obedece a una voz interior que le dicta su oratorio y Beethoven se propone cambiar el mundo a través de la Oda a la Alegría de Schiller.
En esta ocasión, sólo habrá una obra de Wagner, la Obertura Fausto, a cargo de Thomas Zehetmair. «Queremos reservarnos para el verano que viene», en el año en que se celebra el bicentenario del nacimiento del compositor alemán. «Tenemos grandes proyectos entre manos, pero aún no podemos adelantar nada».
Más info: www.herrenchiemsee-festspiele.de