De la jungla de asfalto. A veces el más inhóspito de los hábitats es aquel en el que nos movemos a diario como animales de costumbres. Para no sentirse fuera de lugar, desaparecer en el entramado callejero de una metrópolis como Tokio puede ser la respuesta a todas nuestras angustias. Tras haber pasado por múltiples crisis financieras y políticas, emergencias naturales y alertas nucleares, Japón comienza a levantar cabeza. Quizá tengamos algo que aprender.
De lo profundo de la selva. Un viaje al interior del Amazonas, navegando río arriba desde Iguazú hasta Rio de Janeiro, puede ser la mejor manera de alejarse de cualquier vestigio de civilización. Y al mismo tiempo dar con formas inexploradas de la misma. Hay cruceros fluviales preparados para poder hacerlo sin renunciar a las comodidades más básicas.
De mitad del océano. Cualquier rincón de las islas Seychelles es un paraíso, resorts de acceso tan exclusivo que ni los paparazzi se acercan, e islas privadas para alquilar como si fuese un cortijo vacacional. Visitarlas es una experiencia difícilmente inolvidable, por su combinación de aguas cristalinas, cielos abiertos y servicios premium. Para perderse y no encontrarse.
Del interior del desierto. Los Emiratos Árabes se han especializado en ofrecer a sus visitantes más caprichosos oasis de paz que trascienden cualquier concepto de lujo asimilable por la mente europea. Resorts inaccesibles que tienen todo lo deseado para rehacer la existencia, abandonarse al placer y dejarse el bolsillo en el intento. Pero seguramente algo ganaremos en el proceso.