Lo que comúnmente se piensa es que el buen arte lo asociamos como una forma artística de características enormes y la relacionamos con el Guernica de Picasso por sus dimensiones o con La Victoria de Miguel Ángel. Pero no todas las formas artísticas son así, por ejemplo el arte en miniatura también se considera Arte.
El gran experto de esta forma artística es el arquitecto e ilustrador japonés Takanori Aiba, que utiliza los objetos más insólitos como base de sus obras. Crea esculturas sorprendentes de donde antes no había prácticamente nada. Suele utilizar como base un bonsái, su elemento predilecto por su pequeño tamaño y porque además es una planta ligada a la cultura de su país, Japón.
Todo su arte se concentra en una sola frase: «If I were a lillyput…» («Si yo fuera un lillyput»). Se acuerdan de aquellos personajes del cuento infantil de Gulliver y que se caracterizaban por su pequeño tamaño? De esto el arquitecto japonés vuela su imaginación, y el ve en su mente un mundo en miniatura que él mismo da vida con sus manos.
Desde una ciudad en un bonsái, el mítico muñeco de Michelín, o crear una isla en un simple faro. El artista japonés es un arquitecto de ciudades imaginarias, de pueblecitos propios de cualquier mente juguetona a la que le gusta escapar del mundo real. Aprovecha cualquier pequeño espacio para crear y sacar el mayor partido de algo tan pequeño. Decora cada minúsculo recoveco de la base para darle el máximo esplendor a la obra.
Takanori no solo crea una escultura, sino una pequeña historia con mucho que contar en todos sus detalles. Crea arte tridimensional utilizando elementos tan simples como papel, plástico, resina y pintura. De la nada surge un mundo imaginario que nos hace sentir como gigantes, como Gulliver en aquel mundo donde todo era pequeño. Gracias a este artista japonés escapamos y volamos a aquella obra de Jonathan Swift para recrearnos en arte en miniatura.