El restaurante Le Bouchon llevó a cabo por tercera ocasión su cena a ciegas. Pocos lugares en México realizan este tipo de eventos que sin duda ponen a prueba tu imaginación, curiosidad, ansiedad y tarde o temprano el miedo.
Fuimos invitados a la primera cena a ciegas organizada por el restaurante Le Bouchon en coordinación con la “Fundación Ojos que Sienten A.C.”.
Este es el único día que Le Bouchon sella completamente todas las ventanas y salidas del lugar.
Al llegar, un ameno cóctel nos recibió en el jardín techado del lugar, durante este tiempo no faltaron los encuentros y las dudas para los primerizos sobre cómo sería la cena a ciegas.
Poco a poco organizadores del evento fueron llamando a los invitados en grupos, y a dar recomendaciones (apagar celulares, grabadoras, relojes o cualquier aparato que pudiera producir un poco de luz).
Dicho esto, entramos en “fila india” y tomados de los hombros de la persona de enfrente, al entrar nos recibía uno de los meseros ciegos de la “Fundación Ojos que Sienten A.C.”.
Caminar de la entrada a la mesa fue sin duda lo más difícil, la primera preocupación era perder al compañero que iba delante de ti, claro era el comienzo de la gran aventura.
Una vez sentados en la mesa viene la parte más interesante, cómo responder a estímulos que no tengan que ver con la visibilidad. Los olores, el contacto con el compañero de a un lado, la voz de los que te acompañan en la mesa y de las otras mesas… en fin todo esto es lo que tenemos a nuestro alcance, que parece mucho, pero en realidad no lo es.
Para después de un rato nos dimos cuenta que el primer tiempo ya estaba servido, pues era inevitable no quererse mover…
El menú de la cena estaba en la mesa, pero el braile, por lo que nadie pudo descifrar que íbamos a comer, ahí fue donde mediante el tacto, los aromas, las texturas los comensales comenzamos un viaje completamente sensorial.
Para el segundo plato, nuestra mesera asignada pasaba a cada uno de los lugares a preguntar cómo nos sentíamos, y a recoger los platos. Mientras tanto y curiosamente tu imaginación volaba en el lugar, quién está en mi mesa, por qué la gente grita para hablar, qué será esto que me estoy comiendo.. en fin la noche se empezaba a disfrutar de una forma muy peculiar.
Durante la cena, podías degustar de una rica copa de vino que se encontraba a las 12 del reloj,(osea frente a ti), a un lado el agua y todos los cubiertos para cada plato.
No era extraño pisar los pies de tu compañero o tomar la mano del otro sin darte cuenta, lo que sin duda despertaba nerviosismo entre los comensales.
Para terminar cada uno de los meseros sirvió el postre, para entonces la mesa se encontraba mucho más relajada, no faltaron las risas, los juegos de reconocimiento para describirnos como éramos físicamente o las actividades que teníamos.
De pronto éramos compañeros del mismo estado…
El restaurante poco a poco fue prendiendo las luces, aquí todos no dejamos de sorprendernos al vernos las caras, al reconocernos y de agradecer que tengamos la fortuna de vernos.
Cenar a ciegas, y compartir la experiencia con gente que no tiene la posibilidad de ver es sin duda una excelente forma de entender a las personas que no pueden hacerlo, que disfrutan la vida y que además trabajan diariamente porque sean comprendidos, y sobretodo que nos demuestra que son capaces de desempeñar cualquier trabajo.
Gracias a este tipo de iniciativas que sin duda dejan un halo de responsabilidad social. Si alguna ves tienes la oportunidad de vivirlo, no lo pienses, anímate a esta experiencia sensorial y altruista!