El príncipe Guillermo Alejandro de Holanda, heredero de la Corona, desató una fuerte indignación en su país con su deseo de tener una mansión en África.
«Sobre los contribuyentes recaerán enormes cargas a causa de estos sueños tropicales del futuro rey», era ayer una de las numerosas reacciones a una información publicada por el diario De Telegraaf.
El periódico informó que para la protección del futuro jefe de Estado se está estudiando, entre otras posibilidades, mantener una fragata de la Marina holandesa estacionada delante de la península de Machangulo, perteneciente a Mozambique.
Según afirman en Holanda, el Estado deberá gastar para la seguridad del hijo de la reina Beatriz, de su esposa, la princesa Máxima, y de las tres hijas de la pareja en África considerablemente más que durante las habituales vacaciones que pasan en la Toscana.
En épocas de crisis financiera, ésta es una señal equivocada, se comentaba en foros de Internet. Al mismo tiempo, volvieron a escucharse voces pidiendo la publicación de todos los gastos que la casa real holandesa supone para los contribuyentes y hasta incluso algún llamado a abolir la monarquía.
El primer ministro holandés, Jan Peter Balkenende, comunicó que por ahora el gobierno no tomó ninguna decisión sobre la mansión africana del príncipe.
En su calidad de miembro del Grupo Asesor de Naciones Unidas para Sectores Financieros Inclusivos, la princesa Máxima participó la semana pasada en nuestro país del Foro Interamericano de Microempresas organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo.