La actriz -que acaba de pasarse por el Festival de Venecia convirtiéndose en una de las estrellas de la muestra- fue elegida por la firma francesa Lancôme como nueva embajadora de su última fragancia, a la que han bautizado como Magnifique.
Y el resultado ha merecido la pena, pues la actriz aparece radiante en un marco como es la ciudad de París, uno de los referentes para multitud de firmas cosméticas para ambientar sus campañas.
Así, la ciudad del Sena se tiñe de luz roja. Todo se desenvuelve en la orilla derecha del río, concretamente en el Petit Palais, que se convierte en un escenario que le va como anillo al dedo a todo el rodaje. ¿El artífice? El fotógrafo Peter Lindbergh, una de las cámaras más prestigiosas de todo el mundo.
Allí, una glamourosa Anne Hathaway, luciendo un vestido bustier de raso negro, abandona un decorado de cine para ir a una fiesta, y no olvida unas gotas de su perfume. Es entonces cuando comienza el ‘cuento de hadas’: intercambio de miradas con un hombre –el modelo Román Seefeldt– cautivado por su belleza, ella desaparece, él la sigue y finalmente la encuentra frente a un enorme ventanal que ofrece unas vistas únicas de un París eterno y mágico que se enciende de rojo.
Para crear Magnifique, la firma ha contado con la experta nariz de los perfumistas Olivier Cresp y Jacques Cavallier, que han desvelado las claves de este aroma sorprendente, que se presenta en un frasco rojo rubí.
“Durante un viaje a la India descubrimos la nagarmota, un sorprendente ingrediente que se extrae de un vegetal de la familia del papiro”, explica Cavallier. Así consiguieron una nota amaderada muy peculiar, suave, ahumada, pero también con acentos de cuero. Y para fijarlo, un ingrediente sorprendente, el azafrán. La propia Hathaway ha definido el aroma como “un perfume intenso, una celebración de la pasión”.