Las modas internacionales siempre han conquistado fácilmente a la alta sociedad mexicana. Prueba de ello fue el Jai Alai, un juego de pelota de origen vasco y del que México construyó no uno de sus escenarios más importantes, sino el escenario conocido como su capital mundial. Su cancha, relata una nota publicada por el diario El Universal de la época, era perfecta en diseño e iluminación; mientras que su cabaret era “un lugar decente para personas decentes, con un ambiente coqueto y bonito, con aspecto de noche de París, sutil y chic”.
Inaugurado en 1929, el Frontón México fue socialmente lo que hoy quizás es la Fórmula 1. El evento deportivo al que asisten los más altos empresarios, los políticos que dicen tener caché y las celebridades más cotizadas. El lugar de la alta burguesía en el que uno, si no es parte de, se siente como si.
La clase alta mexicana ha querido históricamente ser tan internacional que la adopción de esas modas la lleva no solo a edificar emblemáticos centros (como la joya Art Déco frente al Monumento a la Revolución), sino también a sumar talento local y a conformar las mejores aficiones. Por años, como si la Independencia ni el cimiento de una nacionalidad hubieran sucedido, la clase alta ha alardeado su gusto y conocimiento por las costumbres europeas, justificándolo en aquellas generaciones de familiares nacidas en el Viejo Continente, mientras busca ingenuamente esconder algún complejo. Sin embargo, la experiencia la hace muy feliz; y el gusto, sin importar en qué esté fincado, termina siendo real. De hecho en este caso, no es gusto, sino que llega a ser pasión y cuando el corazón manda, normalmente no se es mediocre y nadie lo detiene.
El Frontón México de los 40 y 50, con largas filas en sus taquillas, vio volar las bolas de los mejores pelotaris del mundo a la misma velocidad que vio volar miles de pesos en apuestas. Durante las Olimpiadas del 68 presenció a los representantes de la pelota vasca dar partidos como el deporte de exhibición en modalidades de pelota mano, cesta punta, paleta cuero, frontenis y paleta goma.
Los 80 y 90 recibieron por las noches a los aficionados que solían pasar antes a comer unos escamoles a Prendes. Desde la década de los 40 hasta los 90, vio pasar entre su público, de traje y corbata, a personajes de la talla de Ernest Hemingway, Orson Welles, Cantinflas, María Felix, Miguel Alemán y Luis Miguel. El Frontón México no quería cerrar sus puertas en 1996, tanto como la Fórmula 1 no quiere hoy volver a desaparecer del Hermanos Rodríguez.
La clase alta vivió una gran frustración cuando, por las deudas del administrador de ese entonces, tuvo que estallar la huelga conocida como la más larga en América Latina. Veinte años más tarde, financiado con capital privado, ha logrado reabrir sus puertas como un negocio renovado, y da lugar a eventos de moda, ferias de arte y conciertos.
Por su parte, pelotaris del Jai Alai regresaron y llevaron a sus hijos. Se muestran entusiasmados aunque piden mayor apoyo y difusión para un deporte que busca renacer a nivel internacional. Así, el Frontón México llega a su 90 aniversario. Con tanta esperanza como nostalgia. Lo que es importante es no dejar de contarnos esta historia, parte de nuestras pasiones como nación.
Laura Manzo es una periodista con más de 20 años de trayectoria en la industra editorial. Fue responsable del lanzamiento de la revista InStyle en México, Editora en Jefe de Quién y Directora Editorial de The Huffington Post en México. Además, ha participado en diferentes foros entre los que destaca Women’s Forum for the Economy and Society lo que la ha convertido en una líder de opinión en el campo de los medios digitales y del empoderamiento de las mujeres.