A 100 km al sur de Veracruz, a orillas del río Papaloapan, se encuentra una de las ciudades coloniales más hermosas del mundo.
Tlacotalpan es un ejemplo de lo que fuera la gran arquitectura española de estilo Andaluz en el caribe. Dicha arquitectura caracterizó a ciudades como la Habana, Cienfuegos y Santo Domingo, y es en Tlacotalpan donde se conserva su originalidad como hace 250 años, mereciendo así ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
La perla del Papaloapan es como se conoce a esta hermosa ciudad donde la riqueza de antaño se respira en todos sus rincones. Durante la colonia hasta bien entrado el siglo XVIII la ciudad fue un importante centro de comercio y de producción agrícola y ganadera, después en el siglo XIX un importante puerto de altura, donde salían mercancías para Veracruz, Nueva Orleans, La Habana y Bordeaux, Francia. Generando así una gran riqueza que dio a sus habitantes gran prosperidad y calidad de vida, misma que vemos reflejada en su cuidadoso estado actual.
Para los tlacotalpenses es un honor conservar su ciudad, todos los días al alba, las familias se encargan de limpiar sus casas, el frente de las mismas y la calle. Tradición añeja desde el siglo XVIII cuando después del incendio de 1788 se ordena que en lo sucesivo se construyan las casas de mampostería. Así en esa época surgen las amplias casonas con pilares y arcos de medio punto, techadas de tejas que se conservan hasta la actualidad. Siendo así un ejemplo de conservación y tradición. Las casas de Tlacotalpan abren sus puertas siempre para mostrar su hospitalidad, su carácter alegre, refinado y siempre festivo.
En la Posada Doña Lala y el mercado del pueblo (que data del Porfiriato) disfrutarás de la riqueza gastronómica de la región. No puedes perderte el arroz a la tumbada (arroz con caldo de pescado), el tizmiche (hueva de camarón), los pulpos, los calamares, el pescado a la veracruzana, el mondongo, las gorditas de anís y blancas que no son de masa pesadas, sino son infladas y deliciosas, la longaniza y las enchiladas.
Una visita obligada a las garnachas de Doña María Cobos, lugar visitado por todos los presidentes y las primeras damas del país desde hace mas de 100 años. Los postres son notables y para muestra están las naranjas rellenas, la sopa borracha y el dulce de leche.
Los hoteles son sencillos acorde con el estilo de la ciudad, la mayoría con todos los servicios y comodidades, ya que Tlacotalpan recibe una gran cantidad de turismo internacional.
Los primeros días de febrero celebran su fiesta más grande: La Celebración de la Candelaria donde cientos de miles de visitantes se dan cita para honrar a de su patrona, la virgen de La Candelaria que escoltan en fastuosa cabalgata con 600 jinetes, guiados por una capitana, una teniente y una coronela. Antes del primer día se hace la liberación de los toros a las calles para perseguir a los atrevidos, similar a las pamplonadas pero en Tlacotalpan con toros Cebú, que son más tranquilos y el objetivo es cruzar a 6 toros al otro lado del río. Estas fiestas datan del siglo XIX.
Las mujeres visten el traje veracruzano tradicional, con encajes, joyas, abanicos y peinetas de carey. Al frente de la procesión va el arzobispo de Veracruz, seguido de las cofradías católicas más importantes de la región, las cuales compiten para ver quién le canta a la Virgen los mejores temas. A ese duelo de adoraciones se suman los clarines y tambores de la banda de la Escuela Naval Antón Lizardo. La música se escucha por doquier en las calles del pueblo.
Conforme se acerca la noche, aparecen los “toritos” los que salen de los talleres de los coheteros, y también esas bebidas preparadas con ron y jugo de frutas. Sin descanso hasta que termina la fiesta, el 9 de febrero.
Las calles de Tlacotalpan son un prodigio de belleza y color, sus arcos, tejas, plazas y paseos. Dignos baluartes de la cultura Mexicana, de un pasado glorioso que alcanzó su máximo esplendor durante el periodo del General Don Porfirio Díaz, quien en 1876 organizó el levantamiento contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada 1876, que aunque no era oriundo de Tlacotalpan llegó a ser considerado hijo pródigo, es por eso que 1896 se llamó Tlacotalpan de Porfirio Díaz.
A lo largo de su vida el General Díaz mostró gran amor por la “Perla del Papaloapan” y mantuvo fuertes lazos sociales con varias familias de tlacotalpeños. A mediados del siglo XIX Tlacotalpan vivió un gran auge, su población creció a 9 mil habitantes, se concluyó el hospital de la “Caridad” y mercado “Teodoro A. Dehesa” y a mediados de este siglo se construyó el Palacio Municipal y se instaló el alumbrado público, el muelle fue reedificado y se iniciaron las construcciones del Teatro Nezahualcóyotl, de la aduana, el rastro y el panteón, obras todas del General Porfirio Díaz
A principios del siglo XX se continuaban las mejoras cuando se remozó el parque, se repararon las calles, se añadieron a su estructura arquitectónica más elementos como el “Casino Tlacotalpeño”, la Plazuela de Doña Martha y el colegio preparatorio, obras que han quedado permanentemente para el beneficio de sus habitantes y disfrute de sus visitantes.
Proyecto UNESCO – FONCA
Como parte del proyecto de ciudades patrimonio de la UNESCO, se están realizando diversas obras de conservación y mejoría en la ciudad, entre ellas un andador que recorre la rivera del Papaloapan donde se encuentra el Museo de la ciudad (que esta en proceso de terminación), y desde ahí hasta el centro de la ciudad en una obra magnífica que se inaugurará en otoño del 2015, evento que será publicado por Masaryk.tv en un reportaje en exclusiva.
Hoy Tlacotalpan es ejemplo universal de lo que un grupo de habitantes organizado, trabajador, honrado y cuidadoso de sus tradiciones pueden lograr en bien del presente y de un futuro extraordinario. Sin duda una Perla bien cuidada por su gente maravillosa.
* Textos y fotos: Carlos Cli, especial para masaryk.tv