Italia es un país muy particular, ya que ha servido como puente gracias a su ubicación ideal y ha sido testigo de grandes intercambios sin jamás perder su propia cultura. Su riqueza tiene varias expresiones – una de mis favoritas es la comida.
¿Más que pizza y pasta? Definitivamente. Italia está dividida en veinte regiones que se diferencian, entre otras cosas, por su gastronomía. Roma se encuentra en Lazio, donde se originan los quesos ricota y pecorino romano. Participando en la gran historia de su ciudad, el restaurante Brunello ofrece una cena romana todos los domingos. De entrada un timbal de berenjenas; seguido por albóndigas sobre papas, bañadas con crema de azafrán; acabando con una tarta de queso ricota y cereza.
Brunello no se enfoca solamente en sus noches romanas, toda la semana (incluyendo el domingo) tiene su menú de platillos italianos. Quien no se quiera sentar para toda una cena puede disfrutar del happy hour con unos snacks ligeros, también entretenidos por músicos en vivo. Pero la cena bien vale la pena. ¿Lo mejor de todo? El chef Luciano Sarzi Sartori ha escogido un menú que nos lleva por casi todo el país – sin movernos de nuestro asiento. Desde Lombardía hasta Sicilia, los platillos impresos en el menú recorren el largo de ‘la bota’.
Empezamos con una copa de prosecco e intentamos no comer demasiado pan, aunque la tentación es demasiado grande. Recién hecho, la canasta viene con focaccia de jitomate con orégano, a acompañar con aceite de oliva de la región de Lazio. Como aperitivo nos sirven una bolita de arroz frito, pimiento verde dulce y salsa de jitomate, que hace que todo el paladar se prepare para la cena que pronto llegará.
De entrada pedimos queso mozarela con salsa de albahaca y unos calabacín estofados de queso y menta. No nos decidimos entre la pasta con langosta o el risotto verde para primer plato, así que pedimos ambos. Los pedazos de pasta son de tamaño perfecto para morder de un solo bocadillo y probar a la vez la salsa de tomate, la pasta recién hecha y los trocitos de langosta. El risotto verde viene decorado de un poco de tocino salado, que contrasta con lo dulce de los chícharos.
De segundo plato Sabina pide el pimiento relleno con bacalao y queso de cabra, bañado en crema de boquerones. Yo me voy, según la recomendación de nuestro especialista Fabio, por el pato en salsa de cereza acompañado de espárragos. El pescado es una delicia – y no soy mucho de cosas marinas – ya que el queso de cabra complementa el sabor del pescado y el del pimiento. Mi pato es una maravilla. Visualmente parece ser una obra de arte, pero lo mejor son las cerezas caramelizadas que resaltan lo dulce del pato. ¡Pero no hemos acabado!
De postre nos han recomendado una tarta de fresas, menta y mango. Una cama de milhojas abraza las frambuesas con una crema de limoncello de Amalfi y un mousse de menta. Al lado nos espera un sorbete y un mousse de mango, con una pequeña reducción de pistacho. Hay que controlar los impulsos de rascar los platos y dejarlos completamente limpios – todo es tan rico. Los músicos están acabando de cantar That’s Amore.