Para ir hasta este paraje maravilloso de Brasil hay una consigna fundamental: hay que mantener la naturaleza intacta. Con una temperatura que oscila entre los 25 y los 35 grados, aquí no se habla de invierno. Tiene tantos encantos que solo pueden vivirse.
Praia do Rosa desde la mañana los cuernos de los bueyes se asoman entre la vegetación. De a dos, tranquilos y fuertes, tiran de una carreta que lleva las tablas hasta la escuela de surf ubicada en el centro de los 2.600 metros que tiene la playa.
Sobre el mediodía, los visitantes se van acomodando para disfrutar del sol, la arena y una paz indescriptible. Hay quienes practican windsurf y kite. Los más aventureros optan por conocer, embarcados, otras costas cercanas, como la de Ferrugem, la de Guarda do Embaú o la de la deslumbrante Ilha do Papagaio, y hasta se atreven a investigar el mundo acuático, buceando o practicando snorkel.