Cuando me llegó la invitación de Cristal Joyas para ir a conocer su colección de anillos de compromiso casi me da el infarto. Yo, como diría mi amiga Sagrario Saraid, tengo a un chamaco viviendo dentro de mí: soy una bon vivant que el único compromiso que tiene en la vida es con su trabajo… (y el futbol, y los puros, y los buenos restaurantes, y l los cocteles high ball), es decir, un anillo de compromiso me da cierto escalofrío.
Pero apenas llegué a la suite de Las Alcobas, me calmaron el pánico (el champagne siempre ayuda) con una breve explicación al respecto. Primero, los diamantes solitarios no son exclusivos de las brides to be, sino que muchas mujeres amantes de las joyas compran diamantes con montaduras menos clásicas, como una flor, por ejemplo, y cero se ven de compromiso matrimonial.
Yo me probé un anillo Miluna, marca italiana en exclusiva para Cristal, Guvier y BO&Co, que cumple con estas características y que cuando la feisbukée lucía tan normal que nadie me preguntó si por fin había salido…
Diamonds are a girl’s best friend
Ahora, si lo que queremos es un anillo de compromiso para nuestra novia (bueno, la de ustedes), hay que saber elegir. Diciembre y febrero son los meses en los que más anillos se entregan. Así que como estamos en temporada de enrocamiento, les voy a dar unos tips para que sepan distinguir qué son las famosas 4 C’s que impresionarán a su Doris Day.
Pongan atención.
C1: Carat. Es el tamaño del diamante. 1 kilate son 200 miligramos, que son igual a 100 puntos.
C2: Claridad. O sea, la pureza de la roca. Que no tenga muchas inclusiones, o sea, manchitas de carbón –que todos las traen–, mientras menos visibles sean, más valioso será nuestro diamond. Eso sólo se ve con lupa…
C3: Color. Casi todos son incoloros o blancos, pero también los hay azulados, rosados, champagnes, canarios y verdes; hasta cafés. Los más raros son los azules, aunque no necesariamente por ello son los más caros.
C4: Corte. Hay ocho cortes famosos, el más común de ellos es el brillante que tiene muchas facetas que le permiten lucir su belleza y brillo a la piedra. Otros son el pera, el esmeralda, el marquise, el oval, el princess o el corazón.
No al diamante reggeatonero
Una vez que sabemos esto, tenemos que tomar en cuenta las mil ocho mil combinaciones entre las 4 C’s, por ejemplo, quiero un diamante rosado de 50 puntos en corte princess que casi no trae inclusiones. Pues será muy valioso. Pero igual encuentro un azul no tan grande y con menos claridad, así que será menos caro que el anterior.
Una vez que hemos tenemos la piedra hay que elegir la montadura, que puede combinarse de acuerdo al color. Es decir, si mi diamante es blanco, le irá bien el oro blanco, de la misma forma en que el oro amarillo le iré fenomenal si es champagne.
La forma de la montadura también influye en que se vea más grande y lucidor. Una mala elección estética puede hacer ver a tu diamante chiquito e insignificante, aun cuando sea de un kilate, o peor aún, que se vea poco elegante.
Ese fue el caso del gigantesco diamante rosado, en bruto, montado en oro amarillo, que tenía J-Lo por cortesía de Ben Affleck en mil-novecientos-carranza-cuando-yo-era-adolescente-y-los-llamaban Bennifer (ouch, ¡qué quemada recordar eso!). Ese anillo se adelantó a los tiempos del reggeatón: era desclasado a morir.
La prueba del añejo
Lo más divertido fue cuando el maestro joyero de Cristal me mostró las evidencias de calidad de sus piedras. Diríamos en los años 80, les hizo la prueba del añejo (jajajaja, sigo tatemándome en mis recuerdos, ¿alguien sabe quién es Saúl Lisazo o sólo yo?): una de ellas fue apuntar con una luz láser al diamante, ¡¡¿¿y qué creeeeeen??!! Brillaba intensamente reflejando las facetas de su corte como aurora boreal en el techo y las paredes de la suite.
También los metió en agua simple, en ella se aprecia que brilla de todas formas, cosa que no hace un cristal cualquiera u otro tipo de piedra. O sea: eso de que el diamante no debe brillar es un mito más grande que el de los Pitufos diabólicos y los Gansitos asesinos.
Claro que uno no va a llegar a la boutique con su plumita con rayo láser, ese es el objeto de llegar a una tienda prestigiada, saber que te están dando lo que te venden.
Pero ojo, que el gran problema de los hombres, en general, es que se van corriendo a Tiffany o a Cartier porque quieren ir a la segura y no buscan opciones. La intención de Cristal es que le tengan menos miedo a la búsqueda y no se vayan al lugar común, lo cual es cierto. Amamos Tiffany, es un clásico (todas llevamos una Audrey Hepburn dentro), pero sí es cierto que muchas chicas traen el mismo diamante y eso no es para nada especial ni único, no queremos traer una bolsa Michael Kors metálica y ser del montón, ¿cierto?
Cartier identificó eso y creó la línea Set for You, donde la novia elige absolutamente todo lo que soñó. Pero Cristal Joyeros tiene esa garantía de elección desde hace años, donde el anillo se diseña al gusto del cliente y ofrecen que si a Encarnita no le gustó lo que le diste, puede ir a la tienda y cambiarlo sin que le digan: “pues mire, damita, este le cuesta 30 por ciento más y le sale al triple de lo que le pagó su codo futuro marido (piénselo bien)”. Eso no va a pasarle aquí.
Además, es una tienda ciento por ciento mexicana y eso siempre nos gusta. Así que ya saben: sean originales, busquen opciones y pidan la prueba del añejo en su diamante. Yeah.
Ya huele a Navidad
Hablando de piedras preciosas, fue el encendido del arbolito de Navidad de Swarovski en la explanada de Moliere 222. En esta ocasión, John Paul Ospina amenizó la noche con temas navideños, la más aplaudida fue “Let it snow”, que le sale divina (él es divino).
Lo que amé fue que muchos invitados llevaron a sus hijitos, quienes estaban felices aventándose (sí, ustedes saben cómo son los nenes) sobre la palestra del escenario, brincando como garbancitos y ensuciando sus vestiditos de smock.
María de la Fuente y Max Villegas llevaron a Victoria, que hizo migas con otros nenes. La que andaba muy tristona era la hijita del actor Gabriel Soto, quien estaba bla bla bla con sus amistades, mientras su hijita Elisa, vestida de adorable animal print, hacía puchero.
Les voy a contar que en algún momento una niñita como de 5 años que no veía a su mamá entre la concurrencia se espantó. Entonces, se acercó a Gina Pineda (identificó que Gina era alguien que podía ayudarla porque la veía con todo el mundo) y le pidió su celular, marcó el teléfono de su mamá, que se sabe de memoria, y la localizó. Resultó que la mamá estaba cerca y al pendiente de ella, pero la nena no lo notó y por eso actuó rápido. ¡Wow!
Cuando yo me perdí en Perisur no me sabía ni el teléfono de mi casa y me senté a llorar en una escalinata hasta que mi mamá me encontró (y además me regañó, ¡o sea, WTF!), fueron segundos, pero no me dio el cerebro para acercarme a alguien que considerara apto para ayudarme. Lloré y ya. No sé si era torpeza ochentera o sólo era torpeza… En fin, no me deja de sorprender lo revolucionada que está la niñez moderna.
He de decir que el niño más guapo de la noche fue Alec, el hijito de Carol Hanono, que ya tiene 10 años y que cada vez se parece más a su guapísima mamá y es igual de encantador que ella. ¡Qué bonitas mamás las de este Principado!
Por último, no quiero dejar de brindar por el triunfo de México para ir al Mundial de Brasil 2014! Ya sé que la mitad me odiarán por eso, pero no puedo negarles la futbolera cruz de mi parroquia. ¿No les gustaría un Principado mundialero? Digo…yo sólo propongo…
Pe pe pepepé pepe pepepé…
¡Nos leemos la próxima semana!